sábado, 29 de febrero de 2020

"Al tajo" un relato breve de María Cebrián


AL TAJO
© 2019 María Cebrián

Me senté en el suelo junto a ella y una punzada de dolor me sacudió la pierna. Apreté los dientes tras otra oleada de intenso malestar. Con movimiento cuidadoso, me observé el corte del muslo. La incisión era de unos diez centímetros de largo y de ella brotaba sangre a borbotones. No era la primera vez que lidiaba con algo así. Sobreviviría.
Aproveché la estamina del dolor para abrazar a mi madre. Ella sonreía. Había muerto desangrada, pero sonreía, y no sólo con la boca, también con la mirada. La besé en la mejilla y sollocé de dolor sobre su fría piel.
—Mami… él… –me tembló la voz y una lágrima de sufrimiento profundo se deslizó por mi pómulo hasta contactar con mis labios.
La salinidad de la lágrima me calmó. Ya había pasado y aunque la rabia todavía palpitaba en mi interior, desaparecería. La energía de mi madre seguía conmigo. "Eres una superviviente, Uma", recordé su voz, sus palabras.
—Lo soy, mami —susurré sobre su helada nariz.
Él seguía allí plantado, mirándome, con los brazos cruzados sobre el pecho y una amplia sonrisa torcida pintada en su brusco rostro. De repente se puso a aplaudir.
—¡No! –le grité—. ¡No!
Cerré tan fuerte los ojos que al abrirlos ya no estaba. De él sólo quedaba una nube negra y densa que caía hasta el suelo desvaneciéndose poco a poco.
El sonido de una alarma de móvil me abstrajo. Reposé la cabeza de mi madre con cautela sobre el suelo, me levanté como pude y, arrastrando el pie por el suelo, caminé con dificultad hasta alcanzar el teléfono que descansaba sobre la mesa del comedor. En la pantalla rezaba: "8:00, medicación Uma". No tenía tiempo para tonterías.
Fui hasta el cajón de costura de mi madre y agarré una aguja e hilo. Mi abuela me había enseñado a remendar la ropa y en las películas no parecía tan difícil coserse una herida. Falso, es complicado y duele mucho. Lo hice.
Con una esponja limpié la herida y la sangre de mi pierna. En la pileta del cuarto de baño me enjuagué la cara, me cepillé los dientes y me recogí el pelo en una coleta. No podía perder más tiempo. Llegaba tarde al colegio.
—Vamos, niños, abrid el libro por la página 36.
Mientras Lola abría el libro por la página que nos había indicado la profe, me acerqué para cuestionarle:
—¿Te acuerdas lo que hablamos?
—¿El qué? —preguntó desconcertada.
—Lo del hacha de pollo.
—Ah, sí —respondió sin interés.
—Lo he probado y es verdad —susurré con morbo.
—¡Mentira! —exclamó más alto de lo que debió.
—¡Chist, Uma! —me llamó la atención la profesora.
Nos reímos por lo bajini y disimulamos un poco. Tras tres minutos de silencio, acerqué la mochila al hueco que nos separaba y la abrí para dejarle a la vista el hacha.
—¡Cómo mola! —la alegría de Lola al ver el arma me llenó de ilusión.
Dejé la mochila en el suelo y sonreí victoriosa por mi hazaña. El dolor del corte en la pierna me recordaba que había que tener cuidado, que no era tan fácil como en las películas, pero…
—¿Cuándo vamos a matarles? —masculló entre dientes mi compañera.
—Después de comer, ¿no?
—Vale.

domingo, 3 de junio de 2018

3er PREMIO Relato Corto FUNDEM-Jardín de l'Albarda

Los pasados 5 y 12 de mayo de 2018 celebramos en el Jardín de l'Albarda el I Certamen de Relato Corto Fundem-Jardín de l'Albarda con la colaboración de Taller Paréntesis Denia. El ilustrísimo Antonio Almansa impartió un taller intensivo sobre el cuento, sus particularidades, su técnica... También nos enseñó algún truco para autocorregirse al escribir. Gracias Lola y Ángela por vuestra colaboración.

Tras entregar los relatos, el sábado 12 de mayo se procedió a la lectura de algunos cuentos, entre ellos los tres ganadores. Para mi sorpresa obtuve el tercer premio con mi relato "Escurridiza". El primer premio fue para "Tu silencio" de Max Meertens y el segundo para "El cambio" de María Teresa Gavilá.
Max Meertens, Mª Teresa Gavilá, María Cebrián y Antonio Almansa


sábado, 18 de junio de 2016

ONDAS CEREBRALES (BRAINWAVES)



No sé si os pasa también a vosotros, pero hay días que guardo una sensación interior, así en plan premonitoria, de que algo va a pasar y no voy a estar totalmente preparada y/o me va a afectar. No es una sensación que realmente limite mi día, porque no es una amenaza real, pero siempre quedan resquicios de los "y si" y "qué puede ser".

Pues bien, ayer me pasó. Lo sentí de buena mañana y, como todavía no estoy totalmente recuperada del tobillo, pensé que quizá mi cuerpo me estaba avisando de que tuviera cuidado y no forzara no fuera a ser que me cargara el trabajo hecho. La cuestión es que en clase de baile sentí un pinchazo extraño en el tobillo y dije: "¡hostia, pues va a ser que soy bruja!". Por suerte todo quedó ahí, en una llamada de atención.

Después tocaba la GRAN presentación del nuevo BodyCombat64. Todos estábamos eufóricos y con la energía por las nubes. Teníamos ansias locas por estrenar la nueva coreo y cual fue nuestra sorpresa al ver que el sistema de audio de la sala de actividades del polideportivo no funcionaba y que toda motivación proporcionada por la música se iba al carajo. Un par de "técnicos" improvisados intentaron solucionar la incidencia sin mucho éxito. Como era de esperar la monitora decidió no presentar la coreografía sin la música en condiciones y salvó la clase con un "sacado de la manga" repaso a la técnica y así estrenar las camisetas tuneadas para la clase. En fin, otro contratiempo más que añadir a la lista.

jueves, 16 de junio de 2016

SONG STORY


Song Story es un relato que ha nacido de juntar títulos de canciones que se encuentran en alguna de mis listas de reproducción. Navegando por iTunes me vino la inspiración y las musas me ayudaron a darle forma a un relato breve compuesto por títulos de canciones. Los títulos son todos en inglés (excepto "C'est la vie") porque quise mantener una forma. Quizás algún día me anime con títulos de canciones en castellano, ¿por qué no?

La historia me salió sola. Por desgracia. Últimamente me llegan muchos casos de maltrato psicológico de hombres hacia mujeres y tenía un resquicio de mi mente dándole vueltas al hecho de reivindicar la poca asistencia que se tiene ante este tipo de violencia porque no se producen "agresiones graves". ¿Qué se debe considerar como agresión grave? ¿Se tiene que llegar a lo físico para poder denunciar? ¡Venga ya! Creo que un acoso diario a mensajes amenazantes, ultrajantes e irrespetuosos es suficiente.

viernes, 27 de mayo de 2016

AMANECE SIEMPRE CONMIGO


La luz que irradiaba su rostro transmitía paz. Su sonrisa sincera, espontánea, llenaba el dormitorio. El brillo en sus ojos mostraba adoración. Y tras dedicarle un mínimo gesto, ella arqueaba las cejas y carcajeaba ininterrumpidamente. Mas su voz… Esa voz que jamás me cansaré de escuchar, tan dulce, tan sosegada, tan cargada de amor. Sus palabras me mecían suavemente llevándome de nuevo al tierno sueño del que me acababa de sacar con sus aterciopeladas caricias y sus cálidos besos. “Ya es de día, mi amor”, había susurrado cerca de mi mejilla. Su cabello sobre mi piel me hacía cosquillas, me hacía sonreír. Su mano sobre mi pecho, acomodándose allí donde mi corazón latía fuerte y ágil por ella. Mis manos buscando su cara, tocando su linda nariz y sus carnosos labios. Belleza, perfección. Su perfume afrutado, su aroma a hogar. ¿Qué más podía pedir? ¿Acaso tenía derecho a solicitar atenciones? ¿No era simplemente suficiente amanecer cada día con su bonita figura junto a mí? Amanece siempre conmigo, te lo ruego. Léelo en mis radiantes ojos que se humedecen con tan sólo mirarte y sobreentiéndelo de mis carcajadas que todavía no puedo modular en palabras. Te quiero, mamá.

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"Amanece Siempre Conmigo" es un texto breve que he redactado para poder concursar en el concurso de Zendra sobre el amanecer.

Como no me gusta quedarme a medias, he decidido además ponerle voz al relato e interpretarlo en este pequeño vídeo. Espero que os guste y lo disfrutéis tanto o más que yo al crearlo. Gracias por leerme y/o escucharme. Se os quiere.



jueves, 29 de octubre de 2015

TEMBLANDO DE FRÍO



Temblando de frío



Muero esperándote en casa, recordando las mentiras que dijiste sobre que estaríamos juntos para siempre. No sé cómo lo has hecho, pero la simple luz en contacto con mi piel me resquebraja en mil pedazos. Y duele.


Seguramente te parezca exagerada, incluso psicótica, pero de verdad estoy muriendo, me estoy apagando y no dejo de llorar al recordar lo que eras, lo que éramos… Y tiemblo, pero no de emoción, sino porque eres tan…

sábado, 16 de mayo de 2015

LAS FLORES


LAS FLORES

Son las once de la mañana de un nublado día del mes de julio y Carol llega tarde a su cita. Como siempre desde que las niñas gobiernan su vida, se retrasa. En todos los casos se propone ser puntual, llegar a la hora acordada, pero aunque comience las tareas una hora más temprano de lo habitual, no sabe cómo los planetas se alinean para que algún infortunio le ponga la zancadilla y el tiempo vuele. Por poner un ejemplo, hace un rato la mayor de las hijas se ha apoderado de un pintalabios y ha decidido decorar con flores el impoluto vestido blanco que portaba (y por flores entiéndanse garabatos sin sentido).
—Me gustan las flores, mami —dice la niña.
—A mí también me gustan, princesa, pero el vestido no es el lugar adecuado donde dibujarlas. Cuando quieras pintar, avisas a mami y mami te da una hoja para pintar, ¿sí?
—Sí, mami.
Tras la conversación, Carol busca en el armario otro vestidito que conjunte con las sandalias y propone, con buenos modales, que se lo ponga su hija. En ese mismo instante empieza la sangrienta batalla y no es sangrienta porque vayan a producirse daños físicos, sino porque las venas laten fuertes y punzantes las sienes de la periodista. Cuatro apuñalamientos son suficientes para que ceda y la niña lleve en su cuerpo un vestido rosa chicle que le viene pequeño, porque prefiere que su hija vaya a su peculiar gusto antes que sufrir un ictus.

lunes, 4 de mayo de 2015

LA PUBERTAD JUNTO A SALAS


[CAROL] LA PUBERTAD JUNTO A SALAS 
(Capítulo eliminado de Vuela Libre Osito)

El lunes por la mañana me despertó el teléfono móvil y maldije el momento en el que no lo apagué. Gruñí al aparato intentando hacerlo callar con mis poderes temperamentales, pero no tuve la suerte de conseguirlo. El sonido cesó y mi interés por saber quién llamaba se incrementó. Así el teléfono y comprobé que la llamada entrante era de mi hermana (la simpática y con pecho). Por un instante casi le devolví la llamada, pero el orgullo se apoderó de mis dedos. De todos modos, no hizo falta, Elena volvió a insistir y esta vez respondí.

—¡Buenos días, par de melones! —saludé balbuceando—. Estoy de vacaciones, te agradecería que me dejaras dormir hasta por lo menos las diez de la mañana.

—Son las diez de la mañana —apuntó socarrona mi querida hermana.

—Vaya —me lamenté.

sábado, 7 de marzo de 2015

¡A ZUMBAR COMO LAS MOSCAS COJONERAS!


EXTRA DE LA NOVELA VUELA LIBRE CORAZÓN

A CAROL LE PROPONEN UNA CAMPAÑA DE MARKETING DE UNA MARCA DEPORTIVA.
EL RESULTADO ES MUY COLORIDO.

Son las diez de la mañana, las niñas están en el colegio, mi marido está trabajando y yo estoy en casa tocándome la parrusa a dos manos porque me sale de la pepitilla. ¡Vaga de mierda!, me chillo cual energúmena. Me hago una autopeineta y sigo con lo mío. Además, no es que no haya hecho nada, ya he hecho la compra: fruta, verdura, pollo, conejo, bastoncillos para el conejo… todo muy necesario, sobre todo lo último si no quiero ir dejando un camino de baldosas carmesí.

Estamos a martes, día par de la semana, y por el ser el número dos parece que todo está en orden, así que no voy a limpiar. Me da exactamente igual tener ropa para dos coladas, churretones de pasta de dientes en el cristal del baño, pelusas de polvo rodando por el pasillo cual arbusto seco recorriendo el medio oeste. Tengo a la comunista de visita y me merezco un KitKat.

Bajo del tercer piso que suponen los zapatos de tacón y me lanzo en plancha sobre el sofá. “¡No te tires de golpe en el sofá!”, recuerdo las amonestaciones de mi madre. ¡Ay, mamá, qué mal acostumbrada estoy! Pero es mi maldita casa y hago lo que quiero, como con mi pelo. Me arremango el suéter de croquet color cereza y doy palmas de ilusión, ¡qué maligna soy! ¡Qué bien sienta ser una perra holgazana! Poniendo en riesgo la salud de los jeans pitillo que me quedan justos, me estiro como un chicle y alcanzo el portátil que descansa en la mesita baja que tengo a escaso metro y medio. Al ritmo de un autómata bien programado, enciendo el ordenador e introduzco las credenciales que me dan acceso. Desde el viernes he desconectado del correo electrónico laboral y como Emvi no me ha llamado, he de suponer que todo está en regla. ¡Já, bonita expresión para los tiempos que corren entre mis piernas!

“Nos encantas tú y tu forma de escribir. ¿Qué te parece si tú pones la voz y nosotros el equipamiento?”, leo una y otra vez. ¿Va a ser cierto que una marca deportiva me está regalando ropa que embutirme para asistir al gimnasio a cambio de un artículo en mi blog? Vuelvo a leer, debo estar delirando. No, no estoy loca, no menos que ayer. ¿Cómo va a querer, pongamos por nombre, marca de ropa deportiva hipermegacara que le haga una campaña de marketing? ¡Estamos locos o qué! Debe ser un chiste. Yo, Carolina Pérez, regresando al gimnasio. ¡Vaya cruz!

Suspiro cinco veces. Me hiperventilo. Después de eso me miro el culo y maldigo mi estampa. ¡Putos deditos de escritora que aceptan la propuesta contestando el correo electrónico! Hecho. Ahora toca esperar.

Una semana después recibo en mi casa un paquete enorme. Sí, espera, no te hagas ilusiones tan rápido. ¿Sabes qué hay dentro? Monos. Monos de una pieza. Monos que según indican las especificaciones no necesitan sujetador, ni camiseta, ni nada que tape lo horrorosos que son. Ah, espera, es que no te he dicho que uno es amarillo chillón con manchas de tinta azules, el otro rosa con palmeras y el último blanco a rayas negras que nada más verlo generó en mi cerebro el patrón de moiré que por poco no me lleva hasta un coma inmediato. ¡Guau! Por suerte las zapatillas y la chaqueta a juego pasan desapercibidas, son de un nada llamativo rosa chicle con motivos en verde pistacho. En cuanto me lo puse supe que más bajo no podía caer. ¡Hasta mis hijas se rieron de mí! ¡Estupendioso!

El primer día que voy al gimnasio le pido apoyo moral a mi marido. Tony es asiduo y hasta queda con gente para asistir a actividades dirigidas. Me lleva hasta la puerta de los vestuarios de la manita para que no me escape y el muy cabrón, antes de darme un beso en los labios y desearme suerte, me dice que tampoco estoy tan mal, que podría ponerme calentadores y una cintita en el pelo y unirme a una pava que se pasa el día en la sala de fitness a la que han puesto el mote de Violetta, por la nena de Disney. Le propino un puñetazo en el hombro en el que descargo toda mi mala uva y me suelta un “Deberías unirte a la clase de Body Combat. Das hostias como panes, gordi”.

Salir de los vestuarios me cuesta la vida. Me da una vergüenza del copón. En aquella mierda voy embutida cual morcilla de Burgos. Se me marcan los pezones, se me marcan los michelines, se me marca la panza, se me marca la alcachofa, se me marca hasta el tatuaje de la cadera, ¡joder! ¡Quiero morirme! ¡O matarme! Y lo intento mientras me miro en el espejo con cara de asesina en serie.

Un par de chicas que llevan vendas en las manos me miran de arriba abajo y me sonríen. ¡Vaya par de zorras! Parecen pin y pon. ¡Pum! Me atizo en el muslo. Me estoy pasando. Acabo de llegar al gimnasio y ya me estoy convirtiendo en la vieja del visillo. Se me ha conectado el modo criticona de barrio. ¡Chonaca máxima! ¿Vale? ¡Ah, espera, que a pin y pon les faltaba pen! Y la llamo pen porque es más delgada que un bolígrafo. Capto un par de codazos entre ellas y respiro hondamente para controlar el ponerme a berrear cual vaca en mitad del pasto.

¡Tengo que huir de allí! Suspiro y empujo la puerta para salir al pasillo. Los treinta metros que hay desde los vestuarios hasta la sala de fitness se me hacen interminables, de hecho ya estoy sudando y podría volver y meterme directamente en la ducha. Me convenzo del objetivo y sigo caminando.

No he aceptado este contrato por la ropa. No he dicho que sí al artículo en el blog por recibir regalos. He usado de excusa el ofrecimiento para volver a algo que en su momento me gustó. Correr. Ahora, con el estrés de las niñas, corro de otra manera, pero no sobre una cinta, o en una elíptica o en la calle, corro de un lado a otro haciendo mil tareas. Me los debo. Me debo esos ratos de desconexión de todo, de reconexión con mi cuerpo, de desahogo físico más allá del sexo. Necesito hacer ejercicio, darle vidilla a mi patatilla.

Elijo la cinta. Para empezar está bien. Creo. Las piernas me tiemblan, siento las miradas de todos en mi cuerpo. Es lógico, yo también lo haría. A mi derecha hay un ancianito adorable que después de mirarme las tetas (¡gracias, dos embarazos, por servir de algo!) ha continuado con su marcha atlética a una velocidad de tres kilómetros por hora. A mi izquierda una rubia de pelo corto corre cual perra de satán. Me decido a que no voy a ser menos.

Comienzo mi andadura con una velocidad media de ocho kilómetros por hora y voy lanzando miradas oblicuas a mi compañera para alcanzar a vislumbrar cuál es su promedio. La muy maquinote corre con una media de doce kilómetros por hora. Como me ponga a esa velocidad salgo disparada contra la pared del fondo y me hago picadillo. Intento eliminar de mi mente mis actuaciones heroicas y me concentro en mantener el ritmo.

Al cuarto de hora, cuando rompo a sudar, me siento divinamente. El mono dichosamente horrible a la vista es cómodo de la hostia. Siento en mis piernas una compresión suave que masajea mis muslos dándome hasta gustete en ciertas partes. Me vengo arriba. Me miro en el espejo que hay al frente y me siento sexi, aun estando sudada, gorda y más roja que un tomate. Y no lo puedo evitar, como es obvio, la miro. Mi compañera de línea de cinta no suda, mantiene el color facial natural y respira sin parecer que la están asfixiando con una bolsa de la compra. La envidio, a ella y a sus piernas perfectas.

A los veinte minutos estoy que me muero y, por mi bienestar físico, psíquico y moral, tomo la decisión de detenerme, no en seco, pero sí iniciar el enfriamiento. Caminar me hace mucho bien, sobre todo a mi respiración de beatbox que poco a poco se va convirtiendo en un dulce vals.

Bajo de la cinta y camino a lo Michael Jackson hasta el pasillo. Voy en una nube. Las piernas me hacen cosas raras y presiento que los tobillos se me van a quebrantar tirándome al suelo en plan reina del drama. Tela para pasar la mopa llevo adherida al cuerpo, así que no problem.

En el pasillo me entra una tos infernal que intento aplacar con un par de tragos de agua. Para entonces he atraído la mirada de una madre que le pone la chaqueta a su hijo que acaba de salir de clases de piscina. La mujer es alta, delgaducha con el pelo largo castaño y tiene un toque triste en la mirada que no contrasta para nada con su permanente sonrisa. Siento una punzada en el estómago. ¿La conozco? Instintivamente levanto la mano en modo de saludo y ella estira todavía más los labios. La educación que nunca falte.

Sobrepuesta al ataque de tos, enfilo camino dirección a los vestuarios. Al pasar por la puerta de la sala de actividades me es imposible no echar la mirada dentro. Me encaramo al ojo de pez y le busco. Mi hombre. Le encuentro. Les encuentro. ¡Serán cabronas! Me pongo loquísima del potorro. Las pin y pon están una a cada lado de Tony. ¡Y él sonríe! Y la pen detrás, sin perder de vista el macizo culo de mi chico. La mano se me va hasta el pomo y estoy a punto de abrir y entrar cual vendaval para mear desde la cabeza a los pies a mi marido, por aquello de dejar bien clarito dónde se encuentra mi territorio. Me contengo. Yo no soy así. Nunca he sido celosa, siempre he estado completamente convencida de que él me respeta, de que para él soy su universo, de que no necesita a ninguna más que a mí para ser completamente feliz. Hago balance y me posiciono en el lugar de ellas. Las comprendo. Mi marido está de toma pan y moja. ¿Qué chica en su sano juicio no querría estar a su ladito oliendo sus feromonas? Sonrío, es mío, mi tesoro.

Necesito una ducha, ya no sólo estoy mojada por el sudor. Dos metros más allá escucho a mis espaldas una canción muy conocida. ♫En un país multicolor♫. No necesito más para saber que la cantan por mí. La curiosidad me puede. ¡Bingo! La bicho palo y la piernas están juntitas y me miran. Las muy putas no disimulan. Guardo el hacha de guerra, si me pusiera en serio me las merendaba. En fin… para qué gastar saliva.

En la ducha mi trabajo como escritora da comienzo y las frases empiezan a sucederse una tras otra en mi mente. No ha estado mal para ser el primer día. ¡Qué coño, ha sido la hostia! Incluso cuando ya noto las agujetas de color de rosa en mis piernas. El running ha molado, pero el siguiente objetivo será una clase de zumba, que mi culo de negra zumbona y estos monos tan apañaos se lo merecen.

¡A zumbar como las moscas cojoneras!

domingo, 8 de febrero de 2015

¡Sábado, sabadete!


¡Uff! Noto que se me va el cacahuete,
pero es que hoy es... ¡Sábado, sabadete!
Y ya se sabe, ¡todas a por el paquete!

¡Joder! Hablo de montar como una jinete.
Empiezo a delirar como un viejete.
Iré a ponerme en los dedos un grillete.

Déjame recordarte que hoy es... ¡Sábado, sabadete!
*Guiño, guiño* ¡Afortunado el que la mete!
¡Y más si es por el ojete!

¡Oh mi Diosa! Estoy loca del coñete.
Mejor será irme a tomar por saquete,
allí donde no hay más que un mísero billete.

Por si no te has dado cuenta hoy es... ¡Siete!
¡Siete, mi número de la suerte y sábado, sabadete!
Veremos si consigo aunque sea un rollete,
de esos que te invitan a un sorbete,
y con los que te das un buen filete.

Menudo churrete,
que termino en un periquete,
cantando un soniquete,
en un más que desafinado falsete.

Taparé mi boca con un chupete,
me dirigiré a la ducha como un cohete,
y después me pondré algún colorete,
porque hoy salgo y es... ¡sábado, sabadete!