domingo, 27 de marzo de 2011

"Estupor In The Ambient: What d’Au Pair!" (2ª parte)

Estupor In The Ambient: What d’Au Pair! (2ª parte) es la segunda parte de una novela corta creada por María Cebrián (sí, yo).


Con motivo del viaje a Boston, Massachussets, USA de Elena Pérez (no confundir con la hermana de Carolina Pérez, protagonista de mi novela Vuela Libre Corazón) como Au Pair decidí escribir un par de capítulos breves como recuerdo/regalo de despedida. Y este fue el resultado.


Fecha: Junio de 2010


Link a la primera parte Sardinia: Estupor In The Ambient



1. La cosa va de huevos.


Markus apretó el timbre absorbiéndose los mocos por centésima vez en 10 minutos. Kalletanka, en brazos, miraba a su padre sin saber muy bien porqué lloraba. Nunca había visto llorar a su papá y no le gustaba ir a casa de tía Naia porque le abrazaba muy fuerte y le daba sonoros besos en las mejillas.


Chad abrió la puerta con unas baquetas en la mano.


—¡Hola! Estaba dándole a la batería del Bass Villain.


—Odio los videojuegos —Markus inició su carga—, odio que se me mojen los pantalones cuando llueve, odio que el rebozado del queso camembert se queme, odio que la regla se mueva cuando trazo una línea en un plano y… ¡odio a Raouf!


Chad rió nerviosamente, birló de los brazos de su padre a la pequeña y huyó hacia el interior del piso gritando.


—¡Naia! Tu hermano te necesita. En la puerta. ¡Ya! Urgencia máxima, ni-no, ni-no.


—¡Qué ya voy coño! —Naia apareció por la puerta de la cocina—. Hola Kalle cielo —besó rápidamente a su sobrina y se acercó a Markus—. ¿Qué pasa?


—Ilina se ha marchado, no piensa volver.


Markus buscó en el bolsillo la nota que su esposa le había dejado en su lado de la cama, escrita en el papel rosa que tanto le gustaba a ella, impregnada del perfume dulce y embelesador de la fragancia de Ilina.


—¿Cómo que no va a volver? —Naia agarró del hombro a su hermano y lo metió a la fuerza dentro de casa, empujándole hasta el salón.


—¡Lee! —él le tendió la nota y miró con temor a su hija, quien sentada en la batería intentaba seguir el ritmo de una canción rockera.


Naia leyó para sus adentros aquellas palabras que su cuñada había escrito, su cara fue cambiando de la tristeza a la congoja, de la congoja a la indignación, de la indignación al enfado, y…


—¿Y te deja la niña como si nada? Jesusito de mi vida, ¡tú que no sabes ni freír un huevo!


—Sí que sé freír un huevo.


—Es lo de menos. A ésta la llamo yo un día y le canto las cuarenta, como que me llamo Naia. Si conseguí que mi marido dejara de ser un friki de los trenes…


—¡Ferrocarriles! —gritó Chad molesto.


—… de los ferrocarriles —dijo Naia con burla—, conseguiré que Ilina vuelva, ¡já!


—Me acosté con Rodina —Naia palideció y abrió los ojos clavándolos en Markus con desprecio—. Es el castigo que me ha impuesto.


—¿Qué es acostarse, tío Chad? —Kalletanka con su pregunta hizo reinar un silencio que tan solo era amenazado con el movimiento rápido de las pestañas de las cuatro personas que se hallaban en el salón.





2. De par en par.


Ciara, Filipa y Regina esperaban la llegada de Benzina, la tardona de siempre, en el lugar de encuentro. Habían quedado para cenar después de varios meses sin verse, meses llenos de espectaculares noticias.


Ciara había encontrado un trabajo en una agencia de traducción, después de masterizarse en periodismo digital, había terminado dando clases de idiomas. Contaba que estaba estresada, que la burocracia no era lo suyo, que los sellos se deshacían en la fotocopiadora, que la jefa era como la de la película La Diosa viste de Channel, y que con la mudanza a la nueva casa creía morir de cansancio.


Regina seguía siendo la escritora mediocre de siempre y por supuesto mantenía más que abandonada su primera novela. Por fortuna para ella, le habían otorgado una beca y daba clases a un niño, lo que le reportaba los ingresos necesarios para sobrevivir en la jungla.


Benzina después de haber sido despedida de una televisión, de haber dejado otra televisión y de finalmente haber sido contratada por otra televisión; disfrutaba de su reluciente carrera televisiva delante de sus amigas mientras éstas le miraban con cara de asesinas por tener la desfachatez de llegar con una sonrisa de oreja a oreja tras una hora de retraso.


—¡Chicas, estaba firmando el contrato!


Pero la noticia más dolorosa de todas, a la par que exultante, era la buena nueva de Filipa. La habían contratado en Boston para trabajar de cuidadora de unos niños. Filipa siempre había soñado con aquello, una vida en las Américas, una experiencia en solitario… y allí tenía la oportunidad, brillando en el horizonte del futuro a tan sólo un estiramiento de su brazo para asirla con fuerza.


Un año sin Filipa, era como un año sin chocolate, sin el momento dulce de su amabilidad y su ternura, de su sinceridad y su respaldo, de su entrega y su generosidad.


Ciara y Benzina, esclavas de los horarios se despidieron tempranamente en la noche. Los cubanos de un pub de salsa no les habían convencido y la birra Desesperada no las había animado para quedarse, pero antes de marcharse se unieron a la serie de fotos sin sentido típicas del resultado de un anormal porcentaje en sangre de  alcohol.


Tras pasear un rato conversando, Regina y Filipa se dijeron adiós con un abrazo y un par de besos en un solitario parking. Y así fue como se apagó la risa de la complicidad ante la inminente separación para dejar paso a la desazón de la despedida.


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