viernes, 10 de junio de 2011

En femenino (relato breve)


Antes de darme cuenta se hizo de noche, firmé el último contrato y cogí el teléfono de la oficina para llamar a casa. Tras unos segundos de espera, mi hijo pequeño descolgó.
—¿Quién es?
—Peque —articulé con dulzura—, dile a papá que se ponga un segundo.
—Mmm —gimió dubitativo—, espera mamá, ya le llamo.
Desde el auricular escuché como mi pequeño corría hasta la cocina y le indicaba a su padre que yo aguardaba al otro lado de la línea telefónica. Oí como con parsimonia mi marido se acercaba hasta el teléfono, suspiraba molesto y…
—Dime cariño, tengo la cena en el fuego —dijo sin ganas de hablar.
—Se han complicado las cosas en la oficina y llegaré tarde. No me esperéis para cenar.
—Ya van tres esta semana —espetó endureciendo el tono.
—Lo sé, lo sé —intenté excusarme—, pero estamos en plena negociación, ya sabes cómo funciona esto.
—No, no lo sé —atajó secamente—. Lo único que sé es cómo NO funciona ESTA familia.
—Cariño por favor... —susurré aspirando a suavizar la conversación.
—Tus hijos comienzan a preguntar dónde se mete su madre.
—Os prometo que mañana cenaré con vosotros.
—Ya no me creo nada que salga de tu boca cariño.
—Pues siento escuchar eso, porque sabes que lo hago por nuestra familia, para que no os falte de nada —saqué mi orgullo y se lo eché en cara.
—Nos faltas tú, ¿te parece poco? —al final de la pregunta se le escapó un gemido.
—Dani por favor.
—Vuelve cuando te dé la gana —pronunció casi insultándome—, pero acuérdate de poner el despertador a las ocho. Te paso a tu hija, quiere hablar contigo.
—De acuerdo, buenas no…
El ruido de pasarse el teléfono cortó mi despedida.
—Mamá, ¿sabes qué? —la energía en la voz de mi niña se me clavó como un puñal en mitad del pecho.
—¿Qué? —pregunté con falsa alegría.
—¡Me han nombrado capitana del equipo! —chilló eufórica.
—¿En serio? —exclamé contenta del éxito deportivo de mi hija.
—Sí, y correré el último relevo mañana.
—¡Estupendo! ¡Enhorabuena! —no recordaba que al día siguiente mi niña tenía competición.
—¿Vendrás a animar verdad mamá?
—Por supuesto cosita, en primera fila con la banderita de “¡A por ellas!”
—¡Genial! —y sin esperármelo cambió de tema—. ¿Hoy tampoco vienes a cenar?
—No puedo, tengo que rellenar unos formularios urgentes.
—Vale, te perdono. En esa empresa saben que eres la mejor, ¿eh mamá? No te quieren soltar —se estaba haciendo mayor, incluso era capaz de ironizar.
—Por supuesto cosita —sonreí—. ¿Habéis recogido mi traje del tinte?
—Sí, fuimos después del entrenamiento. Por cierto —farfulló bajando el volumen—, ha vuelto a maldecir a tu jefa, ha deseado su muerte.
—Ya sabes que papá lo dice en broma, le molesta que la señora López me dé tanto trabajo.
—Pero sus ojos mamá, dan miedo, en serio —mostró temor—. Creo que se está volviendo a deprimir.
—No te preocupes por tu padre, está bien, sólo que los hombres tienen necesidades y últimamente no las cubre.
—Si puedo ayudar en algo… —se ofreció.
—No, tú céntrate en tus deberes y tu competición, de lo demás me encargo yo.
—Te quiero mamá.
—¡Eva, a cenar! —el grito de Dani se filtró por el auricular.
—Me llaman para cenar. Hasta mañana.
—Hasta mañana cosita.
Dejé lentamente el teléfono en su lugar y me recosté en la silla suspirando. ¿Cómo salir? Y todavía peor, ¿cómo entrar?
Recogí los documentos debidamente cumplimentados y los introduje en la carpeta de color burdeos. Me levanté y con la carpeta en la mano me observé en el espejo que colgaba en una de las paredes del despacho. Quité el polvillo del rímel de mi párpado inferior y me pase la lengua por los labios para hidratarlos.
Insegura de lo que podría encontrarme en la sala de juntas, caminé disfrutando del movimiento sensual de mis caderas, aquel contoneo que tan bien tenía aprendido y que tan buenos resultados me daba. De hecho, era mi única arma de seducción junto a mi voz.

—Madre mía viene hacía aquí —susurró Dani a su mejor amigo.
—¿Quién? —preguntó Luis.
—La “conquistadora” —ese era mi mote de soltera.
—Ya te dije que le gustabas, lleva mirándote toda la noche.
—Cállate.
Recuerdo cómo bajó la mirada al suelo, como se sonrojó al pararme frente a él.
—Hola, me llamo Virginia. ¿Puedo invitarte a una copa?
—Me encantaría. Me llamo Dani.
—Creo que acabo de enamorarme Dani.

Aquella noche no le mentí, me había enamorado de él, pero… ¿seguía estando enamorada?
Toqué a la puerta de mi jefa con los nudillos y su ronca voz me permitió el acceso a la sala.
—Pasa Gina.
Sonreí al escuchar el nombre por el que me había llamado y entré en el despacho. Si mi jefa había decidido que dejaba de ser Virginia para pasar a ser Gina, no había vuelta atrás, no había posibilidad de réplica o corrección, sería Gina para el resto de mi tiempo en aquella infernal empresa.
Mi jefa se hallaba tumbada en un chaiselong con un masajista oriental centrado en sobarle los pies. Isabel se había remangado la falda hasta el límite de su decencia y se encontraba literalmente despelotada en su parte superior del cuerpo.
—Siento que me encuentres así —se disculpó tocándose las enormes pelotas, artificiales, que le colgaban del pecho—, pero tampoco te vas a asustar, ¿a qué no? Me has visto en situaciones más embarazosas.
—Intento borrarlas de mi mente, pero cada día se suma una nueva —le comuniqué sonriendo.
—Eres demasiado correcta Gina, no aprenderás nunca.
—Ya me ha enseñado demasiado Isabel.
Mi jefa rió maléficamente. El oriental se asustó de la maldad en la risa y detuvo su masaje al instante. Isabel se reincorporó y acarició la barbilla del oriental susurrándole:
—Arigato gozaimasu, anata. Matta ashita ne. Iko. (“Muchas gracias cariño. Nos vemos mañana. Vete.”)
No sé qué le dijo, pero el oriental recogió sus enseres y salió de la sala dejándonos a solas. Isabel se puso la camisa rosada tan característica en ella, se la abotonó y se la metió por dentro de la falda de tubo que estiró hasta su correcta posición.
—¿Son los contratos? —señaló con la cabeza los documentos que sostenía.
—Lo son —le confirmé tendiéndoselos.
—Déjalos encima de la mesa, nos vamos al Sallop —ordenó.
—No puedo —denegué la invitación sabiendo que la lucha comenzaba justo en ese momento—, le he prometido a Eva que hoy iría a casa a cenar, la han nombrado capitana del equipo de natación y quería celebrarlo, además mañana tiene una competición.
—¡Venga ya Braganazas! Deja de pensar en tu familia. ¡Vente! ¡Te lo mereces joder! —Isabel poseía un don, el don de no aceptar un NO por respuesta.
—Lo siento Isabel, no voy a ir, son tres noches seguidas sin aparecer por casa.
—Te van a echar de menos, ¿lo sabes no? —dudaba que cuatro putos me echaran de menos.
—También me echan de menos mis hijos.
—¿Prefieres estar diez minutos con tus hijos, a que te coma el coño el morenazo?
Necesitaba salir de aquello, ya no podía más. No era sano. Estaba machacando mis principios. ¿Qué había pasado con los valores familiares? ¿Dónde quedaba la promesa de fidelidad a Dani? ¿Cuándo había olvidado el compromiso en la educación de mis hijos? ¿Cómo había perdido mi dignidad? Y lo más importante… ¿por qué?
—Lo siento, pero no voy a ir más, no me siento bien haciendo esto.
—¿No te sientes bien divirtiéndote? —me preguntó anonadada.
—No a costa de mi tranquilidad mental. ¡No duermo desde hace semanas, tengo unos remordimientos de conciencia tremendos!
—¡Gilicoñeces! Te vas a arrepentir, pero… Ya sabes que cuando quieras volver a la mala vida sólo tienes que decírmelo.
—No lo dudes Isabel.
La cara de pocas amigas de Isabel no me iba a hacer cambiar de idea, no iba a ir a casa, pero tampoco iba a ir al Sallop. Volví a mi despacho relajada de sacarme el tema Isabel-siempre-quiere-salir-de-fiesta de la cabeza. Ahora era totalmente dueña de una noche completa para aclarar hacia dónde quería caminar.
Recogí mi bolso y la chaqueta y bajé hasta el garaje para marcharme. La guarda jurado del parking me guiñó un ojo, a ella todavía le quedaba una larga noche por delante, por suerte era aficionada a la poesía y cuando se centraba en la escritura los lapsus de tiempo eran de horas. En cuanto quisiera darse cuenta ya sería de día y haría el cambio de turno. Le sonreí con complicidad y salí con mi coche a la congestionada avenida.
Accioné la radio para tener compañía mientras conducía dirección a las afueras de la ciudad.
—Estamos de enhorabuena —dijo la periodista—, Lidia Ruiz, nuestra gimnasta más internacional acaba de proclamarse campeona mundial en la categoría de suelo. Lidia está en racha, lo gana todo, ¿cuál será su secreto? Vamos a preguntárselo. Lidia… ¿Qué comes por las mañanas?
Cambié el dial, Lidia me caía fatal, desde que ganara su primer europeo se creía el ídolo de masas de todas las adolescentes del país. Por suerte Eva pasaba de la gimnasia.
—…lo que no entiendo es por qué, ¿por qué? —la voz de la presidenta del Gobierno era fácilmente reconocible—. Por qué se me acusa de malgastar fondos públicos en mi propio beneficio por esa tontería. No estamos hablando de estancias en hoteles de 5 estrellas, ni de alta costura de Custo Barcelona, ni de joyas Tous, ¿qué problema hay en que utilice compresas Evax y no unas de marca blanca?
Volví a cambiar de emisora, las políticas cada día más idas de la olla, y ciertamente, que saliera a relucir el nombre de mi hija oculto en una marca me tornó a imbuir en mi comedura de tarro.
—¿En qué piensas cuando lees en la prensa Jennifer Vera? —preguntó la locutora. Me encantaba ese programa de entrevistas.
—En que van a hablar mal de mí —ambas rieron—. Mi mala fama me persigue, es como una maldición.
—Eso te pasa por ser una mujer  triunfadora —dije sin reprimirme.
—¿Mala fama? —cuestionó la periodista.
—Sí, ya sabes, una mujer que domina su vida, que no se deja amedrentar por nadie, que disfruta del sexo, del alcohol, de las drogas. Siempre he sido muy criticada por mi libertinaje, pero no me importa, me gusta ser como soy.
Dani adoraba a Jennifer, le parecía la tía más guapa del planeta y cada vez que la entrevistaban en los programas del corazón se tragaba las cuatro horas de programa sin dejarme disfrutar de la televisión. Apagué la radio enrabietada y me percaté de que había llegado a la primera rotonda. Aminoré la marcha y me fijé en la carnaza del arcén. Tenía hambre, pero no quería un plato casero, ni un entrante de alta cocina, quería algo picante, algo suburbano.
Un chico de color me indicó que parara el coche. Me aparté a un lado de la calzada y bajé la ventanilla. El mozo llevaba unos shorts y unas zapatillas de deporte, pectoral demasiado formado al descubierto, ojos penetrantemente oscuros.
—¿Hola guapa, quieres compañía? Tengo buen material.
El chico se apartó a un lado la tela de los calzoncillos y dejó que su inmenso aparato saliera disparado en mi dirección. Di un pequeño salto hacia atrás en mi asiento, no me esperaba tal tamaño en tan pequeña prenda de ropa.
—No, gracias, no la quiero tan grande.
Arranqué de nuevo y continué hasta la siguiente rotonda, en ella un rubio de mediana estatura realizaba flexiones de brazos en el suelo. Desde una distancia prudente le lancé un par de ráfagas de luz con las largas. Él entendió y se acercó.
—¿Me llamabas?
—¿Cuánto? —nunca había hecho aquello. Isabel era quien hablaba, quien movía el cotarro.
—Veinte la comida de coño, cincuenta el polvo con penetración.
—Entra —contesté con miedo. Saqué la cartera y observé que sólo llevaba un billete de cincuenta—. ¿Tienes cambio?
—No reina, no tengo cambio. Pero —el chico metió la mano debajo de mi falda—, seguro que luego te animas.
Un malestar me recorrió el estómago. Iba a ser la última y me iba a confesar.
—Te daré los cincuenta, pero sólo quiero que me lo comas.
—¿A tu edad y andas reservándote para alguien especial? —me apartó el pelo y me besó en el cuello.
—Cállate y chupa.
Al cerrar la puerta de casa una oleada de culpabilidad me cruzó la cara. Todas las luces estaban apagadas. No se oía ningún ruido. Dejé el bolso en el salón y me encerré en el baño. Me desmaquillé y desnudé. Oriné y me metí en la ducha. Veinte minutos después anduve en cueros hasta el dormitorio. Dani simulaba dormir acurrucado de lado. Me colé entre las sábanas y le abracé empapándome de su olor: colonia, aftershave, ¿pimiento?...
—Dani… —sabía que estaba despierto, conocía al dedillo su respiración.
—No estoy de humor.
—Te he sido infiel —le dije mientras le acariciaba el pecho.
—No soy estúpido, ya lo sabía —Dani se dio la vuelta y clavó sus claros ojos en mis pupilas—. ¿Por qué?
—No lo sé —suspiré arrepentida—. No lo busqué, simplemente me dejé arrastrar y lo hice.
—Intento complacerte, ¿acaso no te atraigo?
—Claro que sí. No es por ti, es por mí, no sé si sufro una crisis o…
—Sabía que no conseguiría mantenerte interesada. Fui un idiota, una chica como tú, con tu carrera, tu puesto, tu sueldo, tu historial amoroso… Sois todas iguales.
—Dani, por favor… Lo necesitaba. Estoy bajo mucho estrés.
—¿Y yo no estoy estresado? No tengo libertad, siempre encerrado en esta maldita casa, ya no viajamos, ni salimos de fin de semana. No tengo tiempo que dedicarme a mí mismo. Cuando no estoy limpiando, estoy comprando, o cocinando, o con la lavadora, o con la plancha… Después están los niños, los estudios, las actividades extraescolares, la pubertad… ¡No puedo con todo esto SOLO!
—¡Perdóname! He sido una egoísta.
—Te crees que porque traes dinero a casa puedes hacer con él y con tu vida lo que te da la gana, te desentiendes de mí, de los niños, de la familia y me cargas la muerta, y encima me ordenas que te perdone. ¿Pero estamos locas o qué?
—Lo siento, no sé qué decir.
—Pues no digas nada feminista de mierda, pero que sepas una cosa, ¡yo también te he sido infiel!
La revelación de Dani me hizo entrar en shock.
Segundos después sentí en mi piel una mano que tiraba de mi brazo, poco a poco ese contacto se hizo más real, abrí los ojos y frente a mí se encontraba mi hija Eva.
—¡Mamá, despierta! ¡Son las ocho y media, vamos a llegar tarde a la competición!
Las sacudidas recibidas por parte de mi hija me despejaron al instante.
—Tu padre tenía que poner el despertador —dije moviendo la mano al lado vacío y frío de Dani.
—Mamá, papá te dejó, ¿recuerdas? —la mirada comprensiva de Eva activó mis neuronas.
—Madre mía cosita, perdona, he vuelto a soñar con las…
—¿Rotondas? —cuestionó preocupada acariciándome la mejilla.
—Sí.
—No te martirices más, papá prefería el trabajo a su familia y cubriste necesidades maritales que él no se interesó en complacer. ¡Venga, levanta, más que nunca te necesito!
Eva tiró de mi cuerpo alzándome del colchón. En cuanto me mantuve en pie, mi cosita se puso a bailar a mí alrededor y comenzó a cantar.
—¡A por ellas, oeee, a por ellas, oaaa, a por ellas, oeee, a por ellas oe oaaaa!



AGRADECIMIENTOS: A Julián Pérez por la frase en Chino que al final no utilicé. A María G. Lahoz por la frase en Japonés. A Daniel Astorga por darme su opinión durante la escritura del relato.

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│AUDIORELATO│


[Locución]
Virginia (Gina): María Cebrián
Hijo: Noelia de Luis
Eva: Sara Esteban
Dani: Gabriel Fernández-Gil
Luis: Rubén Felis
Isabel: Esther Villanueva
Oriental: Noelia de Luis
Periodista 1: Cristina Carrascosa
Presidenta del gobierno: Cristina D. Ruíz
Locutora: May Flores
Jennifer: Clara Quera
Puto1: Félix Ribalta
Puto2: Víctor González

[Música]
"See Through" por Eylen Music
http://eylenmusic.bandcamp.com/track/see-through-2

[Diseño]
Bernabé Ginés
http://light-falls.blogspot.com/

[Fotografías de la composición]
Alaskan Dude http://www.flickr.com/photos/72213316@N00/3143099882
Tibchris http://www.flickr.com/photos/arcticpuppy/2065813433/

[Dirección y Edición]
María Cebrián
http://www.youtube.com/user/MariaCebrianVLC

miércoles, 8 de junio de 2011

¡300 suscriptores en YouTube!

El pasado 31 de mayo llegué a la cifra de 300 suscriptores en mi canal de YouTube y para celebrarlo ayer colgué un vídeo agradeciendo esas suscripciones. Gracias a Desahogada y su publicidad del vídeo llegué a los 400 suscriptores. Todavía no soy consciente de la repercusión que puede tener que mucha gente vea mis trabajos, no sé hasta qué punto me beneficia, pero una cosa tengo bien clara, entre todos los mensajes, comentarios y puntuaciones mi crisis doblajística ha pasado a un segundo plano.


Sí, porque estar formándose para algo que ves día a día que no tiene futuro es duro y si además eres blanda de espíritu cuesta remontar la escalada. Por eso las muestras de apoyo y las críticas positivas al trabajo te reconfortan hasta llegar al punto de empujarte a seguir avanzando. Porque el panorama de doblaje está feo, porque la crisis se encierra cada vez en la propia crisis y ya nadie regala nada, si se puede hacer por lo mínimo (en muchos casos 0), se hace, porque piensas en que puede haber un futuro detrás de todo eso, en que algún día serás de las que pueda recibir algo a cambio. De momento, sólo amor y cariño, ¡y suscripciones!


Muchas gracias a todos aquellos que me acompañan en mi andadura YouTubera y que me alentan en cada vídeo que hago.


Os dejo ese vídeo agradecimiento, y de paso os animo a participar en el juego, podéis dejar vuestras propuestas en los comentarios de esta entrada.







Besos.