jueves, 18 de octubre de 2012

“La tentación usa tacones” un relato de María Cebrián


“La tentación usa tacones”
(un relato de María Cebrián)

Mi nombre es Carlos Sánchez, tengo 22 años y estoy en cuarto de Medicina. Pese a mi incomprensible atractivo hacia las mujeres yo me considero un chico de lo menos agraciado, soy bastante pálido, delgaducho, aunque fuerte, de pelo oscuro y rebelde, de mirada amarronada y frente prominente. Mi astigmatismo me obliga a usar gafas por lo que mi imagen de empollón no me la quita ni el Señor Tenebroso. Soy el hombre más despistado del planeta, desordenado, adicto al café, gafe continuo por mi pasión por el color amarillo, amante de la buena comida, patoso hasta el aburrimiento, afable y bonachón, pero lo que más resalto de mi personalidad es la responsabilidad.
Como buena persona responsable me gusta cuidar de lo que me gusta, aunque suelo olvidarme de hacerlo a menudo. Ahora mismo ando compensando uno de esos momentos de desvarío de atenciones hacia la mujer que me da calor cuando siento frío. Victoria me observa desde el sofá de mi apartamento compartido cómo toco al violín una de sus canciones favoritas Everywhere de Michelle Branch. Vicky, como le gusta que le llamen los amigos, es una romántica y verme deslizar los dedos por las tensas cuerdas del violín la excita. Dentro de mí sé que no la merezco, es demasiado buena para mí. Mi anterior exnovia, Lucía, me dejó tocadísimo tras la ruptura, pero en cuanto Victoria se hizo cargo de mi lastimada alma, el oscuro y salvaje mundo del sexo se ciñó sobre mí. Desde entonces la amo, la venero y la temo, porque sé que algún día me dirá adiós para marcharse de la mano de algún Adonis con mejores cualidades que las mías.
Al terminar la pieza poso el violín sobre su maleta y hago crujir los dedos para desentumecer las articulaciones, después camino hacia ella con los brazos extendidos al más puro estilo zombi emitiendo al compás sonidos guturales. ¡Cierto! No os he dicho que soy un friki de las películas de terror. Llego hasta ella, flexiono las rodillas con rapidez y adopto una postura de karate, la tiento con un movimiento de manos para ver si se abalanza sobre mí, pero al contrario de mis expectativas se muerde el labio inferior y se recuesta en el sofá arqueando sensualmente la espalda. La llamada animal incrementa el tamaño del medio estorbo que tengo entre las piernas y me inquieto. Recupero la postura erguida y con flexibilidad y potencia salto sobre ella sin hacerla daño. ¡Ostras! No os he dicho que soy cinturón negro de Aikido y que soy fan de las artes marciales. La respiración de Victoria se altera y gime entre sonrisas mientras la beso en una de las clavículas. Sé que esa parte es muy erógena y ella se estremece y encoge ante el placer que le producen mis labios. Es preciosa y su acento andaluz eriza cada uno de los pelos que crecen desde mi piel. Mientras acaricio las caderas de mi novia y bajo por entre su pecho en un baile de besos ella introduce sus dedos entre mi alborotado pelo agarrándomelo con fuerza. Grito ahogadamente por la perversión de los tirones y gruño con fiereza. Me contengo porque tengo a un par de compañeros en sus respectivos cuartos estudiando, estamos en época de exámenes y ambos son muy aplicados. Luis anda seguramente jugando al World of Warcraft, es más feliz matando dragones que follando con mujeres y estudiando. En un principio Victoria se coló por él, es rubio y su mirada felina de color azul la encandiló con poco. Por suerte él pasó de ella y de rebote ella se fijó en mí. Mi otro compañero, Dani, es un literato hasta la médula y anda inmerso en la escritura de su tercera novela (las dos anteriores han sido un éxito en el círculo estudiantil) y es de los que cuando empiezan por el “Érase una vez…” no dejan de escribir hasta el “Fin”. A mí me viene de puta madre vivir con dos frikis bohemios como ellos porque tengo total libertad en el salón y es mi estancia favorita para disfrutar de Victoria.
Mi chica acaricia mi miembro por encima de los pantalones sonriendo y cucando eróticamente los ojos. Sabe hacer muy bien su trabajo de calentamiento corporal. Me tiro sobre ella para violar su boca con mi lengua, hace casi una semana desde la última vez que nos vimos (cuando peleamos) y volverla a tener tan cerca me colma de sensaciones positivas.
A nuestras espaldas se escucha una puerta que se abre, por la dirección supongo que es la de Dani. Se oyen unos pasos, la taza del váter que se levanta, un líquido que cae sobre otro líquido, un gemido de placer de Dani, la taza del váter que se baja, la cadena de la cisterna, unos pasos y una puerta que se cierra. Durante el proceso nos quedamos inmóviles, Dani es muy sensiblón, hace un par de semanas que rompió con la novia y vernos juntos en actitud amorosa sabemos le dolerá. Victoria suspira excitada por los nervios al “nos van a pillar”. La beso rápidamente en los labios acariciándole las mejillas sonrosadas.
—¡Como me vuerva’ hacé lo de la zemana pazá, te dejo Ca’lo’! —me amenaza.
—No volverá a pasar princesa, siento mucho mi comportamiento pueril.
—Ziempre la mi’ma historia.
—Confía en mí, fue un lapsus.
Victoria estudia Derecho y es muy autoritaria, quiere ser jueza y la creo muy capacitada para desarrollar ese papel. ¡Señor Tenebroso su acento! ¿Por qué tiene que ser tan erótico? ¡Carambitas y carambolas! Tengo la varita mágica a punto de soltar chispitas por la punta.
El teléfono móvil de Victoria comienza a sonar. Ella me echa a un lado y se levanta como un resorte del sofá. Como una ladrona de guante negro rebusca en su bolso sacando casi en su totalidad el contenido y haciendo trasbordo de objetos a mi sofá: un monedero, una cartera, un paquete de pañuelos, una agenda, un bolígrafo, otro bolígrafo, una barra de labios, un gloss, un rímel, una compresa, otra compresa, un condón (¡¡me gusta!!), unas pinzas de depilar, una barra de cacao, un billete de 5€… ¡Ah sí! ¡El móvil! Descuelga y con un chillido comienza una conversación con alguna pava como ella. La miro con los ojos como platos y me muestra sus cinco largos dedos de la mano derecha, entiendo que debo esperar un minuto por cada dedo y suspiro molesto por la interrupción.
O follar o comer, pero esperar sin hacer nada no. Me levanto del sofá y entro en la desordenada, sucia y asquerosa cocina, parece que allí vivan mendigos, trolls y ratas juntos. Mis compañeros de piso son un asco, en nuestro contrato verbal quedamos en que yo me encargaba de cocinar siempre y cuando ellos se encargaran de fregar y adecentar la cocina. Si ellos habían incurrido en su apartado, yo no les iba a deleitar el paladar con mis preparados. ¡Joder! No os he dicho que me encanta cocinar y que lo hago de miedo. Saco del armario el pan de sándwich y la Nocilla de la nevera, a Victoria le vuelve loca el chocolate y a mí me vuelve loco ella. Preparo dos bocadillos y los sirvo junto a un vaso de leche fría, es nuestra merienda favorita. Dejo los alimentos sobre la mesita del salón y me siento en el sofá. Me aburro. Cojo el pintalabios, desenrosco la barra y me la aplico sobre los labios intuyendo que pinto lo que debería pintarme y no las comisuras de los labios como hago. Aprieto los labios como hacen las mujeres para extender el carmín y doy un sonoro beso al aire.
Victoria vuelve al salón desde el balcón sosteniendo un cigarrillo entre los dedos. ¡Guarra! Odio el sabor del tabaco en su perfecta lengua.
—Apaga eso inmediatamente, ¡te lo ordeno princesa! —actúo exageradamente.
—¿Por qué? —cuestiona con una sonrisa en los labios y dando una calada retándome.
—Porque como tu médico, debo advertirte de los riesgos que corres metiéndote esa mierda en los pulmones —adopto la frialdad y seriedad de un doctor.
—No ere’ mi padre —dice con chulería.
—Ni quiero serlo princesa, pero me gusta jugar con tu lengua sin que sepa a cenicero.
—¡Mi amiga Ana viene pa’cá!
Ana. ¿Ana? ¡Ana!
—¿Anita, la putita? —exclamo sabiendo que he articulado un pensamiento.
—Yo no me meto con lo’ friki’ que tiene’ tu en ezta caza —¡arsa, olé, qué salá!
—Perdona —musito alargando cada sílaba—. Me da miedo conocerla.
—¿Por qué? —pregunta dando una nueva y honda calada a la mierda alargada mata personas.
—Porque me la has descrito como una bruja que hechiza a los hombres. Como soy un hombre tengo miedo a que me hechice —explico.
—¿Acazo no te’ hechizao’ yo? —noto cierto resquemor bañado de celos en su voz.
—Claro princesa, me tienes totalmente hechizao’, pero la testosterona a veces me domina —me defiendo.
—¡Po’ ma’ te vale controlarte, mi arma!
Veinte minutos más tarde Ana, la putita, llega a casa. Victoria la recibe como la anfitriona de palacio. Ana es tal cual mi novia me la describió: alta, delgada, con curvas, con tetas, muchas tetas, mogollón de tetas, ¡Dios mío qué par de tetas!, rubia, mirada cálida grisácea… Es una bruja que con su presencia enamora, hechiza y secuestra. Me da asco reconocer que caigo prendido de ella en cuanto la veo, es la mujer más guapa que ha pisado este piso y siento mucho pensar así porque hasta el momento Victoria poseía ese título. Por fortuna para mis alteradas hormonas no la he conocido hasta el día de hoy. Espero a Ana al lado del sofá, de hecho me he apoyado en él con un brazo sin percatarme.
—¡Annie, ezte e’ mi Ca’lo’! —me presenta Victoria—. ¡Ca’lo’, ezta e’ mi mejó amiga, Ana!
—Encantado, Ana —la beso en las mejillas ruborizado.
—Me gusta lo que veo —suelta airosa Ana.
Entiendo que han hablado antes de mí y de que la idea inicial de Ana no se corresponde con la actual, pero le gusta lo que ve, le gusto. Mi Adonis interior aplaude triunfal.
Medio hora más tarde se van las dos. Las he invitado a cenar y me han rechazado el ofrecimiento. Sé que han denegado la propuesta al ver la cocina del infierno. ¡Maldición! Ceno una pizza congelada porque no me apetece ponerme a cocinar. Me acuesto en cuanto la devoro, me he quedado a mitad y tengo muchas ganas de fo… Me llaman al móvil. Número desconocido. Descuelgo.
—Victoria me ha narrado muchas hazañas tuyas y me gustaría comprobarlas de primera mano. ¿Te viene bien que quedemos algún día?
Es Ana. ¿Ana? ¡Ana, la putita!
—Ehm… preferiría que no —digo nervioso.
—¿Has dicho esta noche? ¡Perfecto! —articula saboreando con la lengua la palabra—. ¿Qué te parece ahora?
¡Señor Tenebroso llévame contigo!
—¿Qué quieres decir con “ahora”? —pregunto idiotizado perdido, hechizado como un imbécil.
—Estoy en el umbral de tu apartamento con una gabardina y… adivina qué llevo debajo —añade sonriendo perversamente.
Flipo en colores y el brazo derecho se me adormece. ¡Me va a dar un infarto! Supongo que miente, que me está tomando el pelo, que Victoria está en el otro teléfono riéndose de mí, ¡se están burlando de mí! Con el teléfono en la oreja camino hasta la puerta mientras ella continúa diciendo:
—Te oigo respirar Carlinhos, sé que te estás tocando y yo también lo hago —susurra—. Sé bueno y abre la maldita puerta.
La boca se me seca, me paso la lengua por los labios sin encontrar saliva que los hidrate. Respiro hondamente tapando el teléfono con una mano, no consigo respirar con normalidad. Estoy muy excitado. Desde que se marcharon he estado pensando en ella, me he tocado pensando en ella… ¡Señor Tenebroso, maldito seas por tentarme! Respiro entrecortadamente frente a la puerta. Con valor y decisión abro. ¡Gracias Señor Tenebroso por gastarme esta broma! No está, no se encuentra. Respiro aliviado y sonrío. Cierro la puerta lentamente, pero antes de llegar al tope algo se interpone en su camino. Bajo la mirada al suelo y veo que la punta de un zapato rojo se ha colado en el apartamento. Al instante sé que es de ella. Me aparto de la puerta. El demonio está fuera. Va a entrar. Me va a follar. Ana mueve la puerta con suavidad y aparece detrás del sutil movimiento. No ha mentido, lleva una gabardina. Cierra la puerta apoyando el culo al final del trayecto y con parsimonia se desabrocha el nudo de la gabardina, agarra los laterales de la chaqueta y la abre dejando a la vista su perfecto y desnudo cuerpo. ¡Esto debe ser un sueño! Pero no lo es. Desgraciadamente no lo es.

Diez años después
No lo fue. Para mi desgracia no fue un sueño, fue el inicio de mi relación con Ana, más conocida como Anita, la putita. Me ha robado todo lo que tenía, me ha contaminado, me ha pervertido, me ha asesinado. Ahora me quita el piso que compramos y que erróneamente puse a su nombre. Han pasado diez años, nos hemos casado, nos hemos divorciado… Aunque nada de eso importa porque me voy lejos, me voy a Turlina a comenzar una nueva vida.
Ana recorre el piso con mirada escrutadora rastreando que todo esté en su correcto lugar. No quiero nada de lo que allí dentro hay, sólo quiero recuperar mi alma.
—Veo que has sido bueno y has dejado en su sitio todo lo que te pedí —me felicita acariciándome con su dulce voz.
—Hasta el final moviendo bien los hilos de la marioneta, Ana —le echo en cara.
Ana ríe desvergonzada y se adentra en el dormitorio. En la mesilla de noche he vuelto a dejar la foto de nuestra boda para que al menos se le remuevan las entrañas, aunque no creo que afecte mucho a su interior podrido.
—Para tu información —comienzo mi última estocada—, el motivo por el cuál la cama chirría… fueron las rudas embestidas con las que recibí a Victoria en nuestro reencuentro en las Navidades de hace tres años.
Ana frunce el ceño temerosa, cree que le estoy mintiendo para devolvérsela, pero no, no es así.
—Quedamos para cenar con ella el 27 de diciembre de 2009, a las nueve en punto. Tú me llamas desde “el trabajo” —remarco la mentira—, para decirme que tienes una reunión de última hora con un cliente. Lo que no sabes es que yo sé que has quedado con Jony. Alguien te hackeó la cuenta de correo electrónico —fue Luis, mi excompañero de piso, aunque no se lo hago saber para que no lo denuncie­— y me pasó la contraseña. Leí tus correos. Todos.
Ana suspira orgullosa, en el fondo le encanta que le plante cara porque es lo que ha esperado de mí en todo este tiempo, pero yo no soy así, no es mi forma de ser.
 —Y supe la verdad —continúo—. Como tú estabas ocupada con Jony, decidí relajarme y charlar con Victoria. Lo que no pensaba es que ella querría recuperar lo que tú le habías robado. Así que ahí tienes la cama. Espero que cada vez que folles con Jony y despiertes a los vecinos con su sonido, te imagines a tu amiga Victoria siendo follada por tu exmarido.
Ana baja la vista hasta sus zapatos y la vuelve a clavar en mis pupilas.
—Adiós Anita, la putita.
Ella se muerde la lengua y se lo agradezco. Recojo la mochila y la maleta del salón y salgo de la casa. Paso página en mi libro de aventuras y comienzo un nuevo capítulo. ¡Ay Señor Tenebroso, qué mal te has portado conmigo!

1 comentario:

  1. ¡Hola!

    Sé que este relato ya es muy antiguo, pero me gustaría comentarlo. Lo que quiero alabar es el estilo que me parecía muy vivo. En cuanto al tema, sé que no soy uno del grupo destinario al que el relato fue dirigido, pero para mí era una buena lectura y al acabar la parte inicial (qué a mí me parecía un poquito demasiado larga, pero es una opinión subjetiva), me enganché cuando empezó el hilo de Ana.

    Me sorprendió cómo se acabó el relato. Esperaba un típioco ¨Carlos hizo un error por acostarse com Ana y ahora tiene que sufrir las consecuencias¨, pero el final resultó más positivo. Tal vez incluso demasiado positivo para Carlos, que no lo merecía. Qué hombre de suertr, jajaja.:)

    En un comentario al margen, por alguna razón, malinterpreté la descripción del relato y pensaba que esas tacones tendrían algunos poderes raros para seducir a los hombres, que se trataría de una verdadera bruja. :-P

    No sé si era tu intención o no, pero todos los personajes principales me parecían poco simpáticos, tal vez con la excepción de Carlos al inicio. Carlos y Ana por razones claras. Victoria por ser demasiado autoritaria, por que ni soy autoritario yo, ni me gusta cuando otra gente esté así.

    Estaba pensando en lo que hicieron Carlos y Ana y en sus motivos. ¿Por qué sedujo Ana a Carlos? Si solamente quisiera follarle, supongo que no se hubiera casado con él. ¿Se trataba de dinero o le quería de verdad, al menos al inicio? No sabemos nada de si Carlos era rico o no.

    Mi otra hipótesis es que Ana guardaba algún rencor hacia Victoria y que utilizó esa situación para vengarse. Carlos sugirió al final que cada vez que Ana se folle con Jon, va a pensar en Victoria estando con Carlos. Sabemos que en ese momento Ana ya no quería a Carlos, pues ¿qué diferencia haría para Ana si Carlos volviera a Victoria o no? Mi conjetura es que TAL VEZ Ana seduja a Carlos porque quería dañar a Victoria. No le habrá gustado que Carlos volvería a Victoria, por que en tal caso todo su plan de venganza no habrá funcionado.

    Me llamó también la atención que Carlos no pensé mucho antes de acostarse con Ana. Y todo eso aunque al inicio dijo que él no merecía a Victoria, que era demasiado buena para él.

    Espero que este comentario te gustara.
    Un abrazo,
    Michał

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