miércoles, 11 de abril de 2012

"Akane 76 VL" un relato de María Cebrián y Daniel Astorga


Akane 76 VL es un relato escrito en tiempo real a cuatro manos (y porque no tenemos más) con Daniel Astorga. Es una historia futurista repleta de guiños a otras historias Sci-fi.

Sabemos que la fiabilidad científica del relato es nula, pero nos dejamos llevar por la imaginación y por el frikismo para dar a luz a Akane, una niña que refleja muchas de nuestras preocupaciones.

En cuanto a la ilustración de la portada, no nos pertenece, sino al señor Yuriy.

Espero que os guste la historia.


"Akane 76 VL" 
un relato de María Cebrián y Daniel Astorga

Volvía a mi emplazamiento sentada en el transportador junto a mi padre. En el panel de navegación el destino estaba fijado, no había posibilidad de desviar la ruta. Igual que mi vida. Las líneas de gas ionizado marcaban el camino por el que los coches circulaban. Pasamos por un túnel Zircon. Sentí el calor de los escáneres por todo mi cuerpo. Tuve miedo, iba a detectar el RaptorDelta que todavía seguía presente en mi torrente sanguíneo. Efectivamente. La voz sexy de Michelle, la I.A de la centralita, informó: “Análisis de Sustancias Psicotrópicas en sujeto Akane 76 VL completado: Nivel de RaptorDelta 0,4mg detectado”. Miré de soslayo a mi padre quien se inquietó en su asiento ligeramente.

—Michelle, aquí Leto 101 EO, situación controlada.

—Leto 101 EO —sonó de nuevo la voz de la I.A.—, alerta de control RaptorDelta abortada.

Suspiré aliviada. Con el recrudecimiento de las normas cívicas me aterraba que me detuvieran y me alistaran en el grupo de rehabilitación social. Ser hija de un Supervisor tenía sus ventajas. Mi padre sentía pavor cada vez que me pillaba haciendo algo fuera de su estricta “legalidad”. No podía cargar con la idea de penalizar a su propia hija. Tras unos minutos de incómodo silencio se decidió a hablar.

—¿No te avergüenza dejarme en evidencia? —se cruzó de brazos y me miró con dureza.

—No, padre —confirmé valiente—. Ya te avisé, no me reprimiré, seguiré experimentando.

—Siempre con lo mismo, Akane. Llegará el día que no podré defenderte y tendrás que cargar con las consecuencias de tus actos —se removió de su asiento.

—¿Y? —planté cara—. ¿Tienes algún problema con el Reformatorio Social?

—No me gustaría ver cómo te achicharran la mano por coger mal un cubierto, pero si quieres aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo —tras un chasquido de desaprobación hizo elenco de su mejor sarcasmo—. ¿Te animas? Te gusta “experimentar”, ¿no?

—Siempre has lucido orgulloso esa marca en la mano —alcé las cejas desviando la mirada algo perversa a su mano—, no creo que sea tan terrible.

—Esta marca me recuerda que podría haber terminado de una forma horrible de no haber aprendido a ser un buen ciudadano. Y tú acabarás así de no deponer tu actitud.

—Por llevar el chip de Supervisor te crees un buen ciudadano —chasqué la lengua molesta.

—Ya está bien, Akane. Atacarme a mí no cambiará lo que has hecho esta noche. Ya veremos lo que tiene que decir tu madre al respecto.

—Otra buena “samaritana” —apunté con sarcasmo—. Habría que ver cómo erais de jóvenes, qué hicisteis... No me creo nada de lo que me contáis. ¡Cómo me gustaría comprobarlo con una Regresión! —deseé.

Tener acceso a una Esfera Meltron (EM) no estaba al alcance de todos, pero por suerte mi familia sí podía permitirse el lujo de tenerlas. Cada uno de nosotros disponía de una bola de tamaño medio y de color plateado en la que podías guardar recuerdos y sensaciones pasadas como un almacén. La primera EM que entró en la familia perteneció a mi padre, quien con su primer sueldo se la compró como capricho, así que no podía dejar de pensar en la cantidad de detalles escabrosos y locuras de juventud que podría contener. Al casarse mi padre le regaló una a mi madre, de modo que tener dos fuentes de interés en casa me exacerbaba.

Siempre que sacaba el tema de la posibilidad de violar las EM con una Regresión mi padre se escandalizaba. Aquella vez no fue menos.

—¿Todavía sigues con esas tonterías? Para poder entrar en una EM tienes que ser el propio dueño o un Supervisor, y que ni se te pase por la cabeza intentar robarme la llave.

—¿Tonterías? ¿Acaso no conoces a los Violadores Meltron?

—Claro que los conozco. Akane —suspiró molesto mi padre—, ¿estás dándome a entender que tú eres una Violadora Meltron?

—¿Correría peligro tu notoria carrera de Supervisor si te dijera que sí? —y reí con socarronería.

—Lo que correría peligro sería tu vida si llegaras a violar una EM. Supongo que sabrás lo que es un Suspensor Vital o caer en coma o adoptar una doble personalidad, ¿verdad? —me informó intentando asustarme.

—Sólo hay un 0.01% de riesgo de entrar en una doble personalidad, un 0.5% de caer en coma y un 7% de necesitar un Suspensor Vital. Si fuera una Violadora Meltron, que no digo que lo sea, me arriesgaría, son porcentajes muy bajos.

—¿Sabes qué? —alzó las manos, su paciencia se había agotado—. Me he hartado de tus tiras y aflojas. ¿Quieres hacerlo? Adelante, no pienso cuidar más de ti.

—Me lo pensaré.

Los minutos corrían silenciosos mientras nos acercábamos a mi cárcel parental. Si mi padre era duro, mi madre lo era todavía más. Fuera del transportador nos deslizábamos entre el gentío que abarrotaba las calles a esas altas horas de la noche. Todos los antros rebosaban clientes y potentes luces invitaban a acercarse a ellos. Dos cuadrados más allá el transportador se detuvo, mi tregua se terminó. Mi padre me empujó para que saliera al exterior y con un puntapié me obligó a caminar. Percibí un leve destello en el frontal de nuestro emplazamiento, mi obsoleta madre me esperaba ansiosa por reprenderme. Ambos subimos en el elevador.

—Registrada entrada en emplazamiento 76-3316, Leto 101 EO, Akane 76 VL —informó Michelle.

Entré como un rayo en nuestro emplazamiento. Mi madre descansaba en su nube de suspensión, obviamente fingía, y se reanimó al desfilar enojada junto a ella.

—Quieta ahí.

—Olvídame mamá.

—Sabes que es neurológicamente imposible que te olvide.

—¡Vete a la biblioteca! —la insulté.

Me colé en mi estrecho dormitorum y ordené:

—Michelle, aquí Akane 76 VL, que les desintegren.

—Akane 76 VL, entrada al dormitorum sellada —confirmó Michelle.





Tras los lindes del dormitorum de Akane, Leto y Valeska se miraban diciéndoselo todo sin hablar.

—Estoy hasta los clústeres de su insolencia —dijo ella llevándose las manos a la frente—. ¿Qué ha sido esta vez?

—RaptorDelta —respondió Leto de forma seca.

—Ahora entiendo por qué me ha mandado a la biblioteca, el RaptorDelta y sus efectos intelectuales.

—Al menos no disminuye la libido como las sustancias de nuestra juventud. Pero te lo digo en serio, no sé qué vamos a hacer con esa niña. Es clavada a ti.

—¡Serás descerebrado! —Valeska le propinó a Leto un manotazo leve en el hombro—. Dirás que es clavadita a ti.

—Yo nunca mandé a mi madre a la biblioteca. La mandé a congelarse el culo a la Luna, pero ¿a la biblioteca? ¡Jamás! —rió él con sorna dando la mano a su compañera.

—Pobre Eléanor —masculló con resentimiento Valeska abrazando a Leto—. Yo no solía insultar a mi madre, era más de miradas asesinas.

—Vale, tú ganas. Imagen especular de mi alocada y atractiva juventud —encogió los hombros resignado.

—Sobre todo en la parte “atractiva” —susurró con sensualidad.

—¿Recordamos viejos tiempos? —Leto le guiñó un ojo a ella—. Pero esta vez sin Goho-M, ¿vale?

—No son tan viejos.

Valeska rodeó el cuello de su compañero. Leto abrazó la cintura de su compañera. Ambos se fundieron en un tierno beso.

—Michelle, aquí Valeska 51 RJ, hasta el fondo.

—Dormitorum en proceso de transformación, listo en 3, 2, 1. Dormitorum acondicionado para intercambio íntimo —relató Michelle.

Leto mira con picardía a Valeska, sonríen y caminan hasta el dormitorum.





Me tumbé sobre mi camastro suspirando abatida. Lo que más odiaba del RaptorDelta era la sensación de no controlar la agilidad mental llegado el desvanecimiento de los efectos. Sin percibirlo había entrado en un estado de shock y bloqueo cerebral. Y ahora mismo sin poder pensar en nada más, lo único que se me ocurría era desobedecer y plantarle cara a mis padres. Iba a hacerla. La regresión, pero no una propia, sino una como Violadora Meltron.

Me reincorporé de la cama de un salto. Ahora que mis padres se habían recluido en su dormitorum para hacer las atrocidades sexuales que más les placiera decidí que era el momento perfecto para hacerme con sus EM.

—Michelle, aquí Akane 76 VL, quiero volar.

—Akane 76 VL, bloqueo del dormitorum abortado —contestó diligente.

Descalza y de puntillas me acerqué a la EM de mi padre, en el centro de la esfera una luz azulona resplandecía intermitentemente. Con delicadeza cogí la EM por las asas, la llevé hasta mi dormitorum y la deposité sobre la cama. Eran relativamente pequeñas, pero pesaban cerca de diez kilos. Tras tener a salvo la EM de mi padre fui a por la de mi madre que se encontraba al lado de la mía que refulgía con un tono rosa chillón. Al dejar la EM en la cama un rayo verde lima se clavó en mi pecho como una mirilla láser, temblé de pavor al dudar si tenía algún sistema de detección para intrusos, pero a los dos segundos el rayo se desvaneció junto a mi miedo.

—Michelle, aquí Akane 76 VL, que les desintegren.

—Akane 76 VL, entrada al dormitorum sellada —contestó Michelle.

Coloqué en primer lugar la EM de mi padre sobre el escritorio y me senté frente a ella. Saqué de mi bolsillo la EM-Key que me había prestado Alma 76 VA. No había sido fácil convencerle para que me la prestara, pero poseyendo el atractivo innato de mi madre conseguí que cediera. Adoraba poseer las herramientas de seducción necesarias para lograr mis objetivos. Besé victoriosa la EM-Key y la introduje en la ranura posterior de la EM de mi padre. Al instante una luz azul de potencia cegadora inundó el dormitorum.

Con incertidumbre coloqué la frente en la luz y cerré los ojos. Aspiré una gran bocanada de aire y la contuve en mis pulmones centrando toda mi atención en qué buscar. Un leve cosquilleo en las extremidades dejaba ver que todo iba bien. Cuando sentí arder mi cabeza la realidad a mi alrededor comenzó a desmoronarse. Mi piel desapareció dejando libre mi consciencia que comenzó a expandirse poco a poco.

Una noche cerrada se construyó a mi alrededor. Mi abuelo Óscar me miraba fijamente con su típica cara de mal genio, pero con razón. A mi derecha había una pecera rota con agua esparcida por todos lados y una gata enredándose en mi pierna. El susto en la cara de mi abuelo casi me hizo llorar. Reuní el valor para deshilar ese recuerdo y continuar navegando.

Continué buscando hasta caer en otro recuerdo. Me encontraba en un camastro observando a mi madre quien dormía plácidamente. Pasé mi mano sobre su abultada barriga mientras me invadía una sensación de amor y miedo al mismo tiempo. Como era obvio me había pasado de largo, necesitaba recuerdos anteriores. Tanteando logré llegar al momento deseado.

Parecía estar dentro de algún antro desfasado. La música era horrenda y acompañaba el vomitivo detalle del suelo iluminándose cada vez que alguien daba una pisada. El estilo de las vestimentas daba pena. Caminaba seguro de mí mismo oteando de hito en hito las chicas que se afinaban en las esquinas en interesantes grupos. Sentía el poder de ser hombre entre mis piernas. La sensación era totalmente nueva para mí, pero me gustaba. Al fondo del mohoso antro divisé a mi madre, portaba un corte de pelo unisex y lucía un tono zanahoria muy llamativo con mechas verdes. Algo en mi interior se removió y tiró de mí hacia ella. Me pasé el dedo índice por la nariz y aspiré fuertemente un par de veces preparándome para la embestida.

—¿Te apetece una conexión Goho-M? —cuestioné a mi madre abriendo la chaqueta de cuero y mostrando la cajita metálica.

Goho-M, más conocido tras su evolución como Melan-G, un sistema electroneurológico que altera el estado cognitivo hasta desviarlo a un plano astral en el que las dos entidades se fusionan en un éxtasis de experiencias. Sentía curiosidad por conocer el tipo de dimensión que mis padres proyectaban.

—Depende de cuánto me cueste —la mirada de leona en celo de mi madre me provocó una carcajada que mi padre no supo canalizar en su cuerpo.

—No sé, no sé —moví la cabeza exagerando la reacción—. Creo que puedo hacer un precio especial a una chica tan DLC como tú.

—¿DLC? ¡Hablas como mi madre! —ella rió desvergonzadamente—. Lo siento Frankenstein, no tengo fondos.

Averiguar que un Frankestein había conseguido llegar a Supervisor me daba alegatos que usar en mi defensa.

—Paso de los fondos —moví mi mano en señal desaprobatoria—, solo quiero compartir el Goho-M con alguien. ¿Conectas?

—¿Me das tu ID para que lo compruebe en mi Terminal? —mi madre se agarró de la muñeca haciendo visible el dispositivo—. Podrías ser un Supervisor y no quiero meterme en nebulosas.

—Leto 101 EO —sentí agobio al oírla hablar de Supervisores. El simple recuerdo de mi abuelo me amargaba.

—¿Del área 101? ¡Oh Michelle! ¡Debes rezumar fondos!

—Ahora sabes por qué paso de ellos. Qué, ¿te decides?

Mi madre comprobó mi ID en la Terminal y frunció el ceño sonriendo.

—Está bien Leto, ¿dónde conectamos?

—¿Te parece bien en la azotea? Así no habrá miradas ni preguntas incómodas —dije levantándome y guiñando un ojo.

—Me parece un buen lugar.

Mi madre se levantó del suelo y pude detener la mirada en su bello cuerpo. Era menuda y frágil y de no ser por el cargamento que guardaba la hubiera portado en volandas hasta la azotea como los viejos románticos de la arcaica era contemporánea. La visión de la ciudad no podía ser más retrógrada. Una de las cúpulas que antaño cubrían las ciudades mostraba estrellas formadas por píxeles en una noche artificial. Miré al horizonte, pude ver enormes edificios donde yo solo recordaba vegetación. Coches antigravitatorios antiquísimos surcaban los cielos. Me costaba imaginar a mis padres conduciendo coches. Desde que Crawler 01 TG inventara hace 12 años el tubo de gas ionizado nadie había vuelto a poner sus manos sobre el controlador de un vehículo y sin embargo allí estaban sin parecerme otra cosa que reliquias o antiguallas.

Nos sentamos en una esquina de la azotea apartados del mogollón de jóvenes que se flipaban allí. Preocupado por que la experiencia pudiera terminar enfriando en exceso el cuerpo de ella le cedí la chaqueta que aceptó con gusto. Saqué el aparato del bolsillo y lo coloqué entre los dos de modo que quedase cerca de ambos. Introdujimos el dedo corazón por las aperturas y un pitido y las luces encendidas mostraron que todo estaba listo.

—¿Qué tipo de experiencia te apetece? —pregunté.

—¿Tú qué crees?

Su clara mirada no se desvió ni una milésima de nanosegundo de mis pupilas. Mi madre todavía utilizaba ese contacto visual agresivo, ese que tanto miedo me provocaba recibir y que tanto uso le había dado yo en mis coqueteos.

Con una sonrisa pulsé el botón del aparato y se puso en marcha. La sensación inicial era sospechosamente parecida a la de una Regresión, aunque quizás fuera algún efecto secundario de la misma. Un chispazo en el cerebro me indicó que faltaban escasos instantes para la conexión. La sensación de besar a mi madre fue repulsiva, pero cuando comencé a acariciarle las tetas no pude seguir adelante. Cerré los ojos y abandoné ese recuerdo. Al volver a abrir los ojos tenía a mi madre delante de mi tumbada bocabajo sobre un manto de vegetación. Ahora llevaba el pelo largo y rubio y había recogido su melena en un muelle.

Desvié mi mirada hacia la portadora que tenía a mi izquierda sin saber si le gustaría el contenido. Sentí la cabeza de mi madre apoyarse sobre mi hombro.

—¿Qué has traído? —me preguntó con curiosidad.

Saqué unos bricks de material biodegradable de mi portadora favorita de los Verdes de la 101, mi equipo favorito. No se me daba bien el empaquetado de alimentos y Eléanor me había ayudado con la deconstrucción de carbohidratos y proteínas sintetizadas. Destapé lentamente el brick creando cierta expectación. Mi madre sonreía tímidamente.

—No sé si te gustará mucho la ternera sintetizada, pero seguro que es mucho mejor que esa bazofia color ceniza que se come normalmente. Toma, coge un poco —le acerqué el brick.

—A mí me gusta esa bazofia color ceniza —dijo cogiendo un trozo con los dedos y llevándoselo a la boca—, pero esto —habló mientras masticaba—, me gusta mucho más, ¡oh sí Michelle!

—¿Ves? Tenías que probarlo. Otro día traeré gambas criogenizadas. No se consiguen fácilmente pero seguro que puedo encontrar algunas.

—¡Me has disparado los estrógenos!

Reí sin parar ante la expresión anticuada de mi madre. Era tan aburrido escucharles hablar... Quería acción y no la iba a encontrar en un almuerzo ñoño. Seguí buceando tanteando la línea temporal hasta que caí de bruces en una noche plena de éxtasis sexual. El sentimiento placentero de ese lugar me daba nauseas. Mi padre gimió y mi visión se nubló hasta la nada. Raro, raro. Quedé horrorizada y decidí que ya había tenido suficiente experiencia masculina.

Eché involuntariamente la cabeza hacia detrás al abandonar la Regresión. Notaba como me faltaba el aire y me costaba reconocer mi habitación. Había pasado demasiado tiempo en una memoria ajena, me había escapado por los pelos de perder mi propia personalidad. Me tomé unos minutos de reposo para recuperarme de la experiencia. Cuando recuperé la compostura probé suerte con la EM de mi madre.

Me encontraba rodeada de vegetación. Aquella zona se parecía al bosque cercano a mi emplazamiento. Mi padre se encontraba a mi lado con cara de sorpresa. Notaba un extraño peso en el vientre. La sensación de estar embarazada de mí misma me resultó cuanto menos extraña.

—Veo que han avanzado las obras de reforestación. Y pensar que hasta hace un par de meses todo esto eran edificios —dijo mi padre.

—Nos ha costado lo nuestro, pero hemos persistido hasta llegar a lo que es ahora. Creo que el esfuerzo ha valido la pena, ¿no crees Goho-Mío? —asco, me daban grima y mi madre mucho más.

—¡Desde luego! —rió mi padre—. Es una delicia poder pasear por zonas verdes como en los viejos tiempos.

—¿Viejos tiempos? ¿Zonas verdes? —dijo mi madre indignada—. Has estado otra vez usando la EM de tu abuelo, ¿verdad? Sabes que no lo apruebo.

—Ya. Lo sé, lo sé. Pero ya sabes, la curiosidad me mata —mi padre sonó avergonzado.

—¡Podrías acabar perdiendo tu personalidad! ¡No podría mantener a la niña yo sola!

—Vale, te prometo no volver a hacerlo. Por cierto —hizo una leve pausa—, he ingresado en la academia de Supervisores.

—¿Han aceptado tu solicitud? —dijo mi madre ilusionada.

—Sí. Me pasé la vida intentando huir de ello, pero al final he caído, igual que mi padre y mi abuelo. ¿Y sabes qué? Cuando tenga dinero compraré un emplazamiento para que podamos vivir juntos. ¿Qué te parece?

—¿Qué me va a parecer? Es lo que más desea una chica DLC como yo.

Tras una ñoña conversación decidí avanzar un poco. Me encontraba sentada en una nube de suspensión con una tripa enorme y totalmente agobiada.

—¡Leto! ¡Ven aquí! —gritó mi madre.

—¡Ya voy! ¿Pasa algo? —preguntó agitado mi padre.

—¡Creo que estoy de parto!

—¿Departure? ¿A dónde te quieres ir?

—Que Akane ya viene, ¡chatarra!

Por las voces presentí que cundía un ligero pánico entre mis progenitores. Mi hora había llegado y no parecían muy preparados para el “gran” momento. Me asustaba la sensación de tener que alumbrarme (o parirme o darme a luz) así que intenté cerrar los ojos y que pasara rápido. Un grito captó mi atención:

—Debe decidirse, ¡ya! —la voz de una mujer no reconocida llegó hasta mí.

—¡No puedo! —contestó compungida mi madre.

—¿Usted o el bebé? ¡Rápido o morirán las dos!

Al parecer algo no iba bien en el parto. Nunca me contaron que hubiera complicaciones en mi nacimiento y estaba sorprendida. La voz firme de la médico me conmovió, ¿cómo podía hablar tan sádicamente? Hacerle escoger a mi madre qué vida mantener, si la suya propia o la de su hija nonata. ¡Qué valor!

—Akane —me llamó mamá.

—Aquí no hay ninguna Akane —negó la doctora.

—Mi bebé, salve a mi hija Akane.

No podía soportarlo más. Había tenido suficiente Regresión. Me concentré y respiré hondo hasta que la realidad se fue distorsionando ante mí. Me separé de la luz verdosa de la EM de mi madre y poco a poco logré salir del trance. Antes de desmayarme, una de las reacciones corporales habituales tras una Regresión, desconecté la EM-Key y me la guardé en el bolsillo.

Cuando desperté me encontré totalmente agotada y empapada en sudor. Lo que más deseaba era comerme una bola de glucosa y reconstituir el alto consumo energético que mi cerebro había sufrido. Me levanté con dificultad de la silla y con una orden a Michelle denegué el sellado de mi dormitorum.

Caminé arrastrando los pies con un extremo agotamiento. Logré llegar hasta el conservador alimenticio y saqué de su envoltorio la reconfortante bola. Como si no hubiera comido en una semana saboreé aquella delicia mientras me recostaba en mi nube de suspensión. Tras unos minutos la puerta del dormitorum de mis padres se abrió y del interior apareció mi padre desnudo. Lo primero que hizo mi progenitor fue mirarme disfrutar la bola de glucosa y después desvió la vista hasta la estantería donde solían reposar las Esferas Meltron.

—Te ha dejado desvalida la Regresión, ¿verdad? Ya casi ni recuerdo la sensación, hace tanto tiempo... aunque no me arrepiento, la última vez casi me pierdo entre los recuerdos de mi abuelo.

—No sé de qué me hablas, papá —mascullé con sorna.

—Temblores, pupilas dilatadas, empapada en sudor, agotamiento... —enumeró mi padre—. Sé de lo que hablo y te aseguro que el RaptorDelta no produce esos efectos. Además, que yo sepa las EM no tienen ningún sistema de levitación para moverse hasta tu dormitorum.

—Uhhh, el Supervisor viene a darnos la charla... —me burlé.

—Sé que eres cabezona, así que supongo que habrás conseguido lo que te habías propuesto. Así que dime, ¿has encontrado lo que buscabas?

—Puede —dije con la boca llena.

—¿Y qué opinas al respecto? —preguntó cruzándose de brazos.

—Eres un rato pelma papá. ¿Qué quieres que te diga? Que he visto cómo experimentabais, ¿eh? —le vacilé—. ¿Qué os he visto intimar? ¿Que...? —se me hizo un nudo en la garganta al recordar la decisión de mi madre—. ¡No he visto nada! ¿Vale? ¡No he conseguido ver nada! No tenía acceso a las EM, no soy una Violadora Meltron —le chillé deseando que mi madre se despertara de su placentero sueño—, ¡te queda claro!

—Si quieres mentirme adelante, pero entiendo del tema mucho más que tú y sé que el estado en el que te encuentras ahora no es por “no tener acceso”. Descuida, me abstendré de hacer más preguntas. Te dejaré tranquila con tus conclusiones —encogió los hombros y se dio la vuelta.

Cerré los ojos abrumada por la presión de mi padre. Era arduo soportar sus ataques sin doblegarse, pero lo había conseguido una vez más. Presa de la pesadez corporal me dormí. Cuando desperté mi madre me miraba desde su nube de suspensión sorbiendo un batido vitamínico de vegetales transgénicos. Lo primero que me llamó la atención fue el color de su pelo, ahora lo lucía de un rojo borgoña con destellos violetas.

—¡Me gusta ese color!

—Te compré un aplicador por si quieres probarlo.

—Te lo agradezco, pero paso —negué con la mano.

Instintivamente miré los pechos de mi madre recordando la sensación de haberlos tocado. La aprensión fue tan grande que escondí las manos tras la espalda.

—¿Te vuelves a morder las uñas o qué? Ya me da igual lo que hagas, no pienso perder más tiempo con reglas y normas de niña pequeña.

—No es que las haya seguido hasta ahora.

—Por eso lo digo. Yo también fui una chica DLC como tú, así que si yo supe cuidar de mí misma, supongo que tú que eres más inteligente sabrás apañártelas ahí afuera.

—Bien, me alegra que al menos uno de los dos acepte que ya no soy una cría.

—Somos conscientes. Has crecido. Tomas tus decisiones. Decidimos regalarte un emplazamiento como regalo por tu 16 cumpleaños. Sólo nos queda una semana para disfrutarte como nuestra pequeña, pero no nos lo estás poniendo fácil. Creo que no lo hemos hecho del todo mal como padres. Te hemos dado todo lo que nos has pedido. Y te hemos aconsejado sobre los errores que nosotros cometimos. Sólo deseábamos enriquecer tu existencia.

Pasé por detrás de la nube de suspensión de mi madre con dos impulsos bien diferentes. Mi DLC interior me pedía a gritos que le pateara la espalda y la tirara de morros contra el suelo. Mi niña interior me exigía hacer lo correcto. Fue complicado dominar a mi DLC, pero mi niña se impuso. Sin reconocerme abracé a mi madre y la besé en la frente.

—¡Akane! —exclamó mi madre sorprendida por mi muestra de afecto.

—Me encantó escucharte decir mi nombre por primera vez.

Mi madre sonrió con lágrimas en los ojos.

—Gracias cielo.

—¡Vete a la biblioteca mamá! —la insulté guiñándole un ojo.

Por primera vez en toda mi vida estaba orgullosa de llamarme Akane 76 VL, V por mi madre Valeska y L por mi padre Leto.