martes, 25 de marzo de 2014

PARIS, MON AMOUR


La energía me inundó nada más contactar la suela de mis zapatos con los adoquines de aquella calle parisina. Las mañanas en París eran un cuento de hadas, un sueño cumplido, un día perfecto. Ningún problema que hubiera dejado atrás importaba. Ninguna persona que hubiera apartado de mi vida me hacía sentir arrepentida. En París, Chloe renacía. En París, era realmente yo.

Como cada mañana tomé asiento en la cafetería de la esquina de mi calle favorita. No tenía memorizado el nombre del local, pero no era algo que me quitara el sueño. Sabía dónde se encontraba. Sabía llegar hasta ella. Nada más tenía valor.

El garçon se acercó y me preguntó qué deseaba para desayunar. "Bonjour. Je voudrais un café au lait et un croissant. Merci", le solicité con una sonrisa. Mientras esperaba mi pedido, el móvil sonó.

Un mensaje del amor de mi vida acababa de llegarme. "¿Quién soy? Adivina, adivinanza", decía el mensaje. Sin darme tiempo a responder, otro mensaje aparecía ante mis ojos. "Te doy una pista, pelirrosa. Soy la persona a la que has abandonado sin dar explicación", rezaba la pantalla del teléfono. Me mordí el labio inferior y cuqué los ojos. No iba a caer en la trampa. "Sigo esperándote, por si quieres hablar. De hecho, sé que estás en París, mon amour. Siempre huyes a París", continuaba la recepción de mensajes. Suspiré, siempre me encontraba. "Sabes que odio París, el francés y los franceses. ¿Por qué me haces viajar hasta París para poder hablar contigo? ¿Tanto me odias?", el tono de los mensajes subía de intensidad. "Además, se te olvida que conozco tus obsesivas rutinas. ¡Sé dónde encontrarte! ¡No huyas! ¡Ten compasión de mí! ¡Soy tu peque! Y se me están congelando los dedos de escribir en este maldito cacharro en mitad de esta gélida calle de la odiosa París".

Mi vista dejó de centrarse en el teléfono y observé la calle a través del cristal. El frío había cubierto de vapor de agua el vidrio de la ventana. Con la palma de la mano, limpié el vaho, realizando círculos, hasta que tuve vía libre. Allí estaba. De pie. Frente a mí. Con el teléfono móvil en la mano. Con la nariz roja. Temblando de frío. Un nuevo pitido atrajo mi atención. "¿Te vas a dignar a salir de ese antro mugriento dónde sirven café asqueroso para darme un beso o me voy a lo alto de la Torre Alfilosa a suicidarme?", fue el último mensaje que recibí. Fuera, en la calle, el amor de mi vida ya no escribía en el teléfono, sólo me miraba con odio repleto de devoción.

Era famosa por mi orgullo rudo e inamovible, pero me levanté de la silla, y sin abrigo que me protegiera de las frías temperaturas del París al que amaba, salí a la calle y abracé y besé a mon amour hasta que el café que esperaba en mi mesa dejó de humear.

La protagonista de este relato es Chloe Cole, personaje de la novela "Guarda Tus Besos"

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