sábado, 29 de noviembre de 2014

Carta para Anón Nimón

Valencia, 29 de noviembre de 2014

A la atención de Anón Nimón.

Primeramente y antes de decir nada más, usted puede irse a la mierda por llamarme “payasa”. Como dijo Forest Gump: payaso es el que hace payasadas (creo que así no era, bueno da igual). Yo sólo escribo gilipolleces, así que o me llama gilipollas o no me llama nada, ¿ok? (ese “ok” leído con tono chulesco imperativo).

Me parece estupendoso que me dé su opinión, ciertamente, es de las pocas personas que me la ha dado. Sí, existe una queja implícita en esa frase. Me quejo porque no me llega demasiado feedback, pero oye, lo entiendo, a veces no apetece, a veces no se tiene tiempo, a veces no nos sale de la alcachofa. Pero, ¿que me gustaría recibir más opiniones? Respuesta afirmativa. Gracias por la suya, de verdad.

Me pedía disculpas de antebrazo, pues las tiene, no se preocupe. De antepierna le disculpo.

No me considero valiente. Quizá sí que lo sea más que usted, porque usted es un/una cobarde de campeonato. Que no cuesta nada dar la cara y más cuando al fin y al cabo se dicen cosas buenas. Le respeto. Es de respetar mantener el anonimato, pero se va a quedar sin una ronda de abrazos y besos virtuales, de castigo.

Muchas gracias por llamarme inteligente, pero no, no lo soy. Lo que soy es una loca de cuidado, o como dice Elísabet Benavent (Beta Coqueta), una loca del coño. Soy excéntrica y absurda, pero es mi manera de ser feliz, de ser diferente y encontrarme con mi lado más risueño. Me alegra saber que con mis tonterías le alegro la existencia. Ser de utilidad me rellena el corazón de buenas vibras.

Es cierto que la primera entrada de “la inspiración” era más sentida, más profunda en cuanto a contenido personal, y no es que la segunda sea más políticamente correcta (porque casi nunca lo suelo ser) simplemente que carecía de la magia y el toque de espontaneidad que tenía el primero.

Voy a continuar creyendo en mí y luchando, eso nunca lo perderé, sólo que a veces se me olvida cómo hacerlo. Seguiré dando por culo con strap-on, creyéndome ese osito verde de la portada de “Alguien que no soy”.
Toma lo que te mereces osito de fresa y que no te oiga rechistar, calla y chupa.


Gracias por su correo electrónico señor/señora Anón Nimón.

Se queda sin sus besos y abrazos virtuales como castigo.

Un saludo seco y mirada reprobatoria.


-MaCe

viernes, 28 de noviembre de 2014

Limpieza inteligente

Antes de nada diré que esto no es publicidad de la marca, porque no (¡NO!), Oral-B no me paga por esta mierda de entrada. Sólo he encontrado un motivo por el cual escribir, porque, sí, voy a intentar escribir cada día. Ya veremos cuánto duro.

Bien, la cuestión es que *piticlín* sonidito de recepción de un email. María va toda contenta a ver qué le ha llegado a su buzón de correo electrónico y ¡voilà! ¡PUBLICIDAD! ¡Oh, yeah, motherfucker! ¿Para qué has creado, señor Google, las pestañitas para filtrar los diferentes emails si luego me cascas un correo de SPAM en toda la bandeja principal y me premias con un precioso *piticlín* que acelera mi corazón? Gracias por colármela hasta el salón, jomío.

Me considero fan incondicional de la gente que tiene la capacidad de borrar correos sin leer, os lo juro, besaría el suelo que pisan. Yo en cambio soy una adicta a la lectura, pues sí, no hay cartel que visualice por la calle que se me quede en el tintero, devorado al instante. En fin, que *piticlín* y no detengo mi impulso primitivo y clico en el mensaje que reza con el título de “Prueba la nueva tecnología Bluetooth de Oral-B”. La cuestión es que lo abro porque tengo curiosidad, soy usuaria de un cepillo de dientes Oral-B, de esos eléctricos molones de color azul. Azul porque mi hermana, la listilla, se quedó con el rosa que para más inri tiene temporizador y vibra, ¡vibra, joder! (que dan ganas de usarlo para otra cosa, leches), se estremece gozoso cada dos minutos avisando de que el cepillado ha cumplido el tiempo adecuado para una correcta limpieza, claro, eso si has movido el cepillo por cada diente y no lo has dejado a un lado de la boca mientras cantas a voz en grito cualquier canción que te haya absorbido el alma y que escuchas a través del reproductor de música.

La prueba del delito, no me invento nada, ¿o sí?
Abierto el correo pienso: qué bien estaría que Oral-B me regalara un cepillito y me dejara probar esa nueva tecnología, ¿no? Esa super tecnología innovadora con Bluetooth. ¡Ah, coño! Que ahora el “prueba” es “cómpralo ahora”. Ya sabía yo que tan bonito no podía ser. Pero oye, ya que tienes mi atención leamos. “Para una limpieza tan inteligente como su tecnología”. Ajá. O sea que la limpieza ahora es inteligente y seguramente hasta más que yo. Interesante, ciertamente.

Miro la imagen y me doy cuenta que eso que muestra el teléfono móvil me es familiar. ¡Ah, claro, es esa aplicación que probé hace dos semanas! ¡Este es el cepillo de dientes que se comunica con el teléfono móvil! Espero que con este sí que funcione porque con el mío, nasti de plasti. Revisando las aplicaciones en el market de GooglePlay vi la app de Oral-B y como soy una friki de las aplicaciones de móvil (me gusta probarlas), me la bajé. La app prometía que no sólo funcionaba con sus cepillitos Bluetooth, sino que también recogía el sonido de los cepillos convencionales y te registraba la tarea de cepillado en la aplicación. ¡Mentira! Y lo probé dos veces eh, hasta puse el móvil al lado del cepillo para que escuchara el ruidito. ¡Vaya trolaca! Dos cepillados sin la tarea prometida y bye.
Lo que sobra a la basura, pero siempre reciclando. Cuidemos el medio ambiente.
Y a estas alturas es cuando decepcionada porque no te ofrecen regalarte un cepillo con Bluetooth y encima te han recordado que su app es una puta basura timadora, la mente se te va a esos mundos en los que sólo los locos encuentran cabida y te pones a pensar. ¡Aiba la hostia, Paxi! ¿Bluetooth no significa “diente azul”? ¿No será que Oral-B creó el Bluetooth y ha esperado hasta ahora para incorporarlo a sus cepillos y unir sus dos innovadoras tecnologías? Porque ponerle a la tecnología “diente azul” tiene su mensaje oculto, ¿eh o qué? Que no me la vas a dar Oral-B. Que no. Y que sepas que no me pienso comprar ese nuevo cepillo de dientes con tecnología inteligente como su limpieza porque gracias a Dios tus productos son decentes y después de tres años mi cepillo de dientes eléctrico sigue funcionando de lo más bien. Good job!

¡Rediós! Para girar las tornas y cerrar esta locura de entrada de manera más o menos seria diré que seamos inteligentes con la limpieza, cepillémonos los dientes, con o sin cepillo eléctrico, con o sin Bluetooth, con o sin ganas, pero cepillémonos los dientes, porque con la salud bucodental no se juega.

jueves, 27 de noviembre de 2014

La inspiración

¿Qué es la inspiración? Hay artistas que dicen que sólo crean cuando sienten la inspiración y yo me pregunto: ¿dónde se siente la inspiración? ¿En las manos, en el corazón, en la mente…? No sé, por curiosidad. Porque yo nunca la he sentido. Lo único que he sentido ha sido un ataque repentino de esquizofrenia o un incipiente desdoblamiento de personalidad que me ha ayudado a introducirme en el interior de algún personaje y escribir como si fuera él o ella. Ya sabéis, esos personajes que vienen de la nada, que los crea la mandanga gris que se haya alojada dentro de mi cráneo.

La cuestión es que he abierto el archivo o documento de Word de mi novela, he ido al último punto de escritura y ahí me he quedado. Cansada de no leer y de no escribir, me he puesto a mirar el Facebook y el Twitter y me ha dado la neura. Esa neura que me entra cuando veo que los demás están haciendo cosas y yo no. Esos nervios que te enganchan a su desdicha cuando te estás pudriendo en el infortunio de no tener empleo. Cada día te parece el mismo y la crisis de ansiedad te va tocando a la puerta cada vez más fuerte avisando de que el día menos pensado dará una patada y derribará tu murete de protección. Mientras tanto intentas sobrevivir: te levantas, desayunas, te vas al gym, haces cosas por casa, comes, echas la siesta, te plantas delante del ordenador donde no haces nada excepto mandar currículos que nadie lee, cenas, lees alguna novela, ves la televisión y te vas a dormir. Así todos los putos días. Y nada, ninguna ventana ni ninguna puerta se abren para darte paso. Ya hasta suplicas entre líneas que te contraten en las cartas de presentación, pero nada genera progresos.

No, hoy no estaba inspirada, pero me he obligado a escribir. Me he puesto delante de un folio en blanco (jódete Blogger) y he empezado a escribir. Y mira, ya van tres párrafos de texto. No es que haya dicho mucho, pero creo que en esta segunda versión del post estoy diciendo más. Y no es que tenga mucho que decir, pero a veces necesitas desahogarte y expulsar de tu interior toda esa mierda que te corrompe por dentro, porque si no te vas auto destruyendo sin darte cuenta. Y oye, este ejercicio está de puta madre, porque ya no es el insulso jueves que era antes de ponerme a escribir.
Y yo aquí reescribiendo el post cuando algunos ya están pensando en la fiestaca que se van a pegar mañana

Obviamente este post no es idéntico al que escribí esta tarde, pero cenando me he dicho, ¿pero qué coño? ¿Por qué tiene que ganar Blogger? NO. ME. DA. LA. GANA. Así que me he prometido hacer un ejercicio de memoria e intentar reproducir parte de la entrada que escribí. Si no literalmente, al menos sí su mensaje.

Llegados a este punto no recuerdo qué había escrito, si os soy sincera tengo una mente de mierda y retengo un carajo y menos. Sí, recuerdo que había mencionado a Lara Croft y me parece que venía al caso de hablar del trabajo. Seguramente porque el párrafo que aquí es el tres, en el otro era el cuatro. Y bueno, mi mente no da para más y no sé cómo metía a colación a Lara, pero vamos decía algo así como que es una niña pija que tiene más dinero que pesa (ciertamente pesará poco, aunque bueno… si tenemos en cuenta sus melones pues tampoco es que ande corta) y que como no sabe en qué invertir sus millones pues que se va con su armamento y su equipación megahiperultracara a parajes inhóspitos a asaltar tumbas y recoger tesoros. Que está muy bien como afición, pero pon tú en el curriculum licenciada en asaltar tumbas que a lo mejor alguien te contrata.

En el fondo soy como Lara, una niña que se coloca los auriculares para escuchar música mientras escribe sus aventuras

Pero bueno, luego te pones a pensar en profundidad y te das cuenta de que hay gente mucho peor que tú, personas que se encuentran en situaciones mucho más lamentables o complicadas que la tuya y en el fondo tienes que sentirte agradecido. Tienes que dar las gracias por lo que tienes, por lo que eres. Pero sigues sin ser feliz. Y ser feliz es el objetivo final de toda esta movida.

La estructura del post ha perdido todo su sentido, no la recuerdo, pero al menos me he vuelto a poner a escribir y en veinte minutitos me he relajado, porque no quería que Blogger y sus soplapolleces de “no recuperación de entradas eliminadas por error” ganaran la batalla.

Y sí, antes decía que tenía el archivo de la novela abierto y que no lo tocaba, pero ahora lo tengo cerrado y en cuanto publique este post voy a abrir el documento y voy a ponerme con Leo, mi rubio de ojos claros que quiere tatuarse el brazo. Porque la inspiración no existe más que en las ganas y el esfuerzo que cada cual quiera darle a la obra que se lleva entre manos.

Buenas noches y… ¡joder, el Juernes se termina!

Idas de mi mente, vieja Macedonia de Reflexiones

Allá por el 2012 tenía un blog en el que cada día publicaba una ida de mi mente, lo que llamé macedonia de reflexiones. No duré mucho con aquella iniciativa y la abandoné como he hecho con muchas otras cosas. Iba a borrar las entradas, pero me ha dado pena porque en su momento aquel ejercicio significó mucho para mí, así que he decidido recopilarlas en un post.

Purificación
Cuando sudas tanto que llueven gotas de sudor por tu frente inundándote las cuencas oculares hasta hacerte llorar de escozor.

Error
Cuando te compras un videojuego y ni el servicio técnico consigue hacerlo correr en tu PC.

Cuadriculada
Cuando sin comerlo ni beberlo un amigo te suelta como última frase en una conversación "te quiero".

Esperanza
Cuando te apuntas a un plan de empleo y deseas y esperas que te llamen.

Liquidez
Cuando recibes un ingreso que esperabas para poder pagar otro.

Lucha
Cuando te unes a una causa justa junto a un grupo de personas sintiéndote útil en la batalla.

Conexión
Cuando con una simple mirada o un simple gesto te comunicas con otra persona.

Pavor
Cuando te acercas a la jaula de tu hámster y lo ves patas arriba sin darte cuenta de que duerme plácidamente.

Placer
Cuando vas al congelador, lo abres, coges un helado, lo desenvuelves e hincas los dientes en el crujiente chocolate almendrado que recubre la nata congelada.

Desasosiego
Cuando el calor inunda tu cuerpo, todas las superficies te hacen sudar, todas las posturas te hacen estar incómodo, cuando nada sacia tu sed...

Compasión
Cuando ves una cajita con dos gatitos preciosos, bebés y llorones que te hacen ojitos.

Rabia
Cuando miras el reloj y te das cuenta de que es hora de recoger y volver a la rutina dejando atrás dos días intensos de desconexión.

Hambre
Cuando ves la piel tersa y refulgente de un niño pequeño mientras duerme y sientes la necesidad de hincar los dientes en sus mollitas.

Feminidad
Cuando viajas en coche junto a tu hermana con las ventanillas bajadas cediendo el placer de mecer tus cabellos al aire, escuchando música a todo trapo y cantando desafinando de placer.

Bloqueo
Cuando quieres expresar una opinión y la mente sólo visualiza una pared en blanco.

Calor
Cuando te olvidas de todo, te tumbas bajo el sol y dejas que tu piel absorba los rayos.

Decepción
Cuando dejas el poder de controlar y administrar tu bienestar a una persona y no cumple con su trabajo.

Ternura
Cuando te acercas a tu animal de compañía, te mira con ojitos de mimoso y se rinde a tus caricias.

Bochorno
Cuando sueñas con cosas embarazosas que jamás te atreverías a hacer, pero que dado que las estás soñando las disfrutas como si las estuvieras viviendo.

Agridulce
Cuando haces algo de lo que te arrepientes, pero a la vez agradeces haber compartido el momento con otra persona.

Complacencia
Cuando te comparas con alguien que se supone que es superior a ti y te das cuenta de que no lo haces tan mal como pensabas.

Energía
Ver como Noel me pide su trocito de zanahoria mañanera trepando por los barrotes a tope de power.

Cambio
Cuando decides cortar algo para cambiar superficialmente y sentirte una mujer renovada.

Miedo
Cuando el cáncer llega a tu círculo familiar próximo y sientes que lo único que puedes aportar es apoyo moral y espíritu de lucha. ¡Saldremos de esta abuelo!

Orgullo
Cuando un país en plena crisis donde la población lo está pasando muy mal olvida todo por un momento y disfruta de la alegría de un triunfo en el ámbito deportivo sintiéndose afortunado de vivir donde vive y de ser de donde es.

Reconexión
Cuando te reencuentras con una persona que hace mucho tiempo que no ves: te pones al día, recuerdas citas pasadas, te abrazas, te despides...

Vergüenza
Cuando criticas a alguien por hacer algo que crees incorrecto para pasado un tiempo hacerlo tú sin ser consciente de ello, darte cuenta después y sentir... vergüenza.

Tristeza
Cuando ves el cielo amarillento y caer de él copos de ceniza.

Lástima
Cuando ves una nube de humo salir de las montañas y te das cuenta de que alguien ha decidido acabar con la vegetación de la zona.

Desamor
Dicen que has superado un amor cuando ves a esa persona con otra y sientes felicidad por ella.

jueves, 6 de noviembre de 2014

"El muelle" un relato de Alejandro G. Gaitán


De entre mis pasiones se encuentra la de coger un texto, dejarme llevar por lo que me hace sentir y locutarlo. Lo puedo hacer bien, lo puedo hacer mal, puedo transmitir sentimientos... puedo emocionarme. Me encanta. Sien placer.
Hacía bastante tiempo que no me dejaba embaucar por un texto y este proyecto lo tenía aparcado desde hacía meses. A veces, sin venir a cuento, sientes que es el momento de hacer algo y aquella tarde que me puse delante del micro, ocurrió.
Normalmente busco una música que encaje con el texto, me la pongo de fondo y me acompaña y abraza mientras viajo entre las letras, mientras doy forma a las palabras. Con este texto fue diferente, ningún hilo musical me pautó, simplemente nadé entre los párrafos en silencio. 
Cuando fui a montar el audio con la voz ya grabada, abrí la carpeta de músicas que tengo del increíble señor Kevin MacLeod y entre la amplia lista una canción en concreto resaltó entre la multitud con un imaginario guiño de ojos. Sin pensar la arrastré hasta el Sony Vegas y ¡uépale! Encajó. 
La magia es algo místico que muchos se encabezonan en remarcar que no existe. Puede que lleven razón, pero para mí aquella tarde algo mágico sucedió. 
Espero que el texto y/o la locución os inspire algún sentimiento.



El muelle
(un relato de Alejandro G. Gaitán)


La luna se levantaba sobre mi nuca, mientras su reflejo iluminaba mis mejillas demacradas. Engalanado con ropajes viejos y secos, arrastraba mis delgaduchas piernas por el fuerte crujir de la madera, estropeada por el sol y la multitud de olas que la asolaban noche y día. Me senté en el borde de aquel frágil muelle, como cada viernes cuando anochecía, y sumergí mis mugrientos pies sobre el agua cristalina. Rápidamente se fueron aclarando, hasta reconocer mi clara piel sobre tanta suciedad.
Una vez relajado, seguí el ritual, deposité el hatillo y lo desplegué hasta poder sacar una rojiza manzana de él. La froté con mi débil muñeca, y saboreé un gran bocado, el primero en días. Ya solo quedaba esperar. La ilusión que allanaba tiempo atrás iba en decrecimiento, pero mi fe me mantenía cuerdo en aquella situación.
Tantas semanas pasaron que era imposible recordar desde cuando estaba allí, cuando fue la última vez que su celeste mirada se encontró con la mía, hasta llegar a lo más profundo del alma. Sin duda, me hizo perder la razón y la cordura, pero es difícil escuchar a la sensatez, cuando el corazón empieza a carburar siguiendo la más agradable de las melodías.
Según la sabiduría popular de mi nuevo hogar ese sentimiento me había llevado hasta allí, un lugar que no tenía que haber conocido aún. Los ojos se me vendaron, y sin visión alguna, el camino recto fue el más factible. Sus indicaciones, sus deseos, sus palabras, sus susurros; eran los que me conducían por él. Mis días más felices llegaron a su lado, y toda la desdicha se convirtió en dicha.
Repetiría, una y otra vez, lo ocurrido el último día que viví con ella. Nunca me he arrepentido de lo qué hice, ni el cómo. En mis ojos se clavaron su figura antes de cerrarse. Y ahora, cada vez que los cierro, su imagen decora mi ser y alimenta la felicidad que algún día conocí, y que jamás podré olvidar. Poco pueden decir los sabios para hacerme creer que aquello fue mi condena.
Mi espera de la noche estaba llegando al fin, una blanca paloma se acercó y se posó sobre mi hombro. Giré el cuello lentamente para poder vislumbrarla y le di, con toda generosidad, el último trozo de manzana que me quedaba. Volví mi cabeza al frente y conseguí ver a la barca que se acercaba al muelle colindante, con movimientos serpenteantes.
Mi cara se transformó en la de un búho, y analicé a cada una de las personas que bajaban de la vieja embarcación. Todos de un blanco impoluto, giraban y giraban como una simple peonza, para poder abarcar toda visión posible de lo que en ese momento, con casi total seguridad, estarían pensando que era un sueño.
Tras contemplar el desfile nocturno, que se iluminaba por los candiles que había a lo largo del muelle, bajé la cabeza tras, una vez más, no encontrar lo que buscaba. Me levanté, a la vez que limpiaba tímidamente el polvo que se amontó en mi pantalón, y proseguí mi camino de vuelta.
La blanca paloma voló por delante mía, y se incorporó a la fiesta que empezaba al otro lado. Tras su vuelo mi mente en negro se quedó. No sabía cuánto tiempo mi fe me mantendría en aquel muelle cada viernes al anochecer. Quizás los sabios tenían razón, ella ya embarcó en otro lugar y nunca volveré a sentirla bajo mis brazos. Pero una vez, con los ojos cerrados, con la total oscuridad, solo me queda el corazón, y él no se detendrá hasta que mi camino vuelva a ser iluminado por su celeste mirada.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

Joystick


Diez de la noche. Aburrimiento máximo. Panza llena. Postura inmejorable en el sofá. Móvil en mano. Ganas de estudiar: cero. Ganas de follar: siete. Padre sentado al lado. ¡MEC! Ni mimar el clítoris puedo. Bueno, siendo quisquillosa, podría hacerlo en mi cama, en Rockland, pero saciar el calentón en el sofá del salón es tan sugerente… El inconveniente está a mi derecha. ¿Qué pensaría mi padre? ¿Qué haría? ¿Qué diría? Estoy muy tentada de hacer la prueba, sobre todo por ver la reacción en su jeta. De hecho hasta me atrevo. Pues sí, ¡qué coño! Bajo la mirada a mi mano libre que descansa en el muslo cerca de mi entrepierna y llevo los dedos lentamente al monte de Venus (me gusta llamarlo coño, pero no quiero sonar grosera). El atrevimiento me altera la respiración y me muerdo el labio inferior de emoción. No sé qué daño cerebral sufro en aquel instante, pero la cara de cierto angelito se cruza por mi mente (ganas de follar: nueve) y un suspiro quejumbroso se escapa por mi boca.
—¿En quién piensas, suspiros de España? —pregunta mi padre, quien ha pausado su partida de “The Last of Us” y acaba de mirarme a la cara. ¡A la cara de perra cachonda que tengo!
—¿En quién? —cuestiono a un volumen excesivo mientras me incorporo para disimular—. En nadie papá, sólo pienso en el examen de matemáticas de mañana.
—No te pongas a la defensiva con papi, chiquitina mía —suelta juguetón y guiña un ojo.
Su semblante hijoputil me recuerda al jorobado de Notre Dame, sobre todo después de imaginármelo tras recibir una somanta de puñetazos verbales acabados en “para ti papi, firmado: tu chiquitina” en la cara.
—¿Chiquitina mía? —pregunto con tono de querer suicidarme inmediatamente—. Si no fueras mi padre y te tuviera respeto te mandaría a tomar por donde amargan los pepinos.
—La simpatía encerrada en un cuerpecito de mujer. No te entretengo más —palmea mi muslo—. Vuelvo a la partida. Sigue tocándote.
Decido callar y mirar con generoso desprecio el cuerpo unido a la polla de la que salió el espermatozoide que dio comienzo a mi vida junto al tierno y maduro óvulo de mi madre. Tengo muy entrenado ese contacto visual. “The eye of the tiger” le llaman los anglosajones. Mi padre sonríe y después rompe a reír. Contraigo el gesto y aprieto la mandíbula, no puedo reírme, no ahora. Como si fuera la mala de la película agacho la cabeza y endurezco la mirada sin pestañear. Incluso adorno la escena con un feroz gruñido sacado desde el fondo de mi garganta.
Tres segundos después mi padre ha retomado la partida e ignora mi absurda escenita. Sonrío y me estiro de nuevo en el sofá con la libido neutralizada. Momento para recordar y que contar a los nietos: “Cómo vuestro bisabuelo pilló a la abuela tocándose el chichi mientras pensaba en vuestro abue…” ¡ESPERA! ¡QUIETO AHÍ, CEREBRO! ¡BORRA! ¡BORRAAAAAAAA!
Quiero olvidar eso, ¡ESO con ESE! Desvío la vista a la pantalla de la tele. ¡Necesito distracciones! ¡Videojuegos! ¡Sí! ¡SÍ! Nunca he sentido deseos de jugar a ninguno y eso que tengo acceso a miles de títulos. Mi padre es un friki de cuidado, y no de ahora, de siempre. Antes de heredar la dirección del hotel, allá por la época en la que no estaba ni pensada, mi padre aspiraba a vender un videojuego que había desarrollado con otros dos amigos. No es que tomar las riendas del hotel le impidiera seguir con aquel sueño, pero mi madre se irguió como gran protagonista de la trama principal de la vida de mi padre y puede que mi llegada poco después también sumara puntos de recompensa. Él era la amalgama que mantenía unido el trío de desarrolladores y sin él el asunto se fue de madre. La mente femenina del proyecto, la espectacular pelirroja SuperBárbara, se encontró  más a gusto comiendo una gustosa chirla entre las piernas de Jennifer Vera, famosa actriz y madre de Chloe y Leo, que programando el puñetero videojuego que les tenía que hacer muchimillonarios; y el tercero en discordia continuó su friki vida de gay reprimido en los Estados Unidos, allí de donde era.
—¿De qué va esa mierda de juego? —pregunto con mucho interés (ironic mode: OFF).
Mi padre ni se inmuta, con la mirada puesta en la pantalla, pulsa los botoncitos del mando. ¡Qué hábil es con las manos! Ahora entiendo porque mi madre es tan feliz. Qué dominio de los pulgares. Sigue sin responder. No contesta, en ese momento está dando para el pelo a una panda de tipos armados con escopetas. La conversación que mantienen es de lo más enriquecedora.
—Es un… survival… horror… —va contando mientras lanza hachazos a diestro y siniestro—. Básicamente… acción y… aventura…
—Ajá —confirmo que he entendido el mensaje. Traducción: ni puta idea.
—Los personajes me chiflan —respira aliviado al dejar el suelo virtual repletito de cuerpos sangrientos—. Ellie me recuerda a ti y… ¿no le tengo un parecido razonable a Joel?
Observo la imagen y me fijo en el hombre que se encuentra parado en mitad de un salón de una casa abandonada. Tiene unos cuarenta y pico años, lleva el pelo corto y look desenfadado, barba de tres días, mirada profunda… atractivo en definitiva. Y sí, podría decirse que encaja perfectamente en la descripción de mi padre.
—¡Más quisiera ese! Tú eres mucho más guapo —sincero sonriente.
—¿Ah, sí? —pregunta ilusionado porque le haya dedicado lindas palabras.
—Ajá. De hecho sería extraño decir que mis bragas se carbonizan al verle dado el parecido que tienes con él.
—Manojo de hormonas revolucionadas.
Mi móvil suena, es un WhatsApp de Eric.
“(icono de ballena) lee este artículo, te hace falta. http://codigonuevo.com/cosas-que-las-mujeres-nos-haceis-en-la-cama-y-no-nos-pone-nada”.
Mi sed de curiosidad se apodera de mis dedos y clico en el enlace. El navegador se despliega con rapidez y carga la página a velocidad ultrasónica (maravilloso WIFI). “Cosas que las mujeres hacéis en la cama y no nos ponen nada” un artículo de Adrian Green. El título promete. Leo. Sonrío. Leo. Mastico una risa. Leo. Llego a “Nuestro pene no es un joystick”. Suspiro ante tanta tontería leída y enfilo el siguiente párrafo. Adrian dice: “Está claro que nadie nace aprendido y que, al igual que las mujeres, nadie nos va a tocar tan bien como nosotros mismos, pero las mujeres no tienen ni p*** idea de hacer una paja y ya de comérnosla ni hablemos”. Y es leer eso y descojonarme. ¡Puto Eric! Decido detener la lectura en ese punto y, siendo una total irresponsable, llamo a mi amigo.
—¿Quieres que implosione mi cerebro por la acumulación de tanta sandez?
Eric no contesta, rompe a reír. Mi padre desvía la mirada un segundo, pero enseguida sigue dando hachazos con el buenorro de Joel.
—Me resulta muy gracioso que el capullo este diga que las mujeres no sabemos hacer una paja si la compara con la que puede hacerse él mismo, pero, ¿con qué compara las mamadas? ¿Él mismo se la chupa? O mejor, ¿un tío se la ha chupado? ¡Gaaaaaaaaay!
—¡Gaaaaaaaay! —repite Eric despollado—. ¡Cómo me gusta escucharte palabras sucias, mi niña!
—Príncipe Eric, con lo tranquila y relajada que estaba siendo mi noche.
—Sólo le di un punto picante, mi amor. ¿Pero sabes? Ese tío no tiene ni idea, tú nunca has hecho nada de lo que dice ahí. Haces unas pajas de morirse y la comes como una diosa.
No fui consciente del volumen del auricular del teléfono hasta que mi padre se giró a cámara lenta y me miró con el ceño fruncido. Al final el experimento de tocarme había quedado en una nimiedad, ¡esto era mucho mejor!
—Eric, te invito mañana a desayunar en casa, mi padre quiere decirte unas cuantas cosas.
—¿Qué me quiere decir tu padre? —cuestiona interesado.
—No sé, tú vente, será divertido.
—Como aparezca por casa le corto lo que le comes como una diosa —suelta mi padre claramente molesto.
—Espera… —susurra Eric—. ¿Me ha escuchado?
—Alto y claro, me temo.
Ambos nos descojonamos. Tras tres minutos de risas, cuelgo. La cara de mi padre es un poema. Sonrío para quitarle cariz al asunto y me inclino para besarle en la mejilla.
—Al final tenemos algo en común, papá. A los dos nos gusta jugar con joysticks.

La protagonista de este fragmento es Verónica Crave, personaje de la novela "Guarda TusBesos"